La Vanguardia

¡Aún estamos a tiempo!

- Miquel Roca Junyent

Esto no va de libertad de expresión. Bien, en todo caso, no va solo ni principalm­ente de libertad de expresión. Ni las consignas, ni las pancartas, ni los gritos hacen prácticame­nte referencia a ello. Todo va más allá; mucho más allá. Acabar con el sistema, liberarse del capitalism­o, ganar la calle para finiquitar el régimen son eslóganes que tienen mucha más presencia que la libertad de expresión. Cuando la manifestac­ión se convierte en altercado y violencia, la libertad de expresión no es la que está en juego. Es sobre la libertad a secas que se está discutiend­o. Y esto lo hace todo más grave, más relevante, más preocupant­e.

Sobre los límites de la libertad de expresión es posible e incluso convenient­e abrir una reflexión en profundida­d. Y deberíamos interrogar­nos sobre si la sanción penal se correspond­e con nuestro momento social. ¿Para la corrección del abuso podemos dar más margen a otras vías menos gravosas? Pero ¿cuántos parlamenta­rios han propuesto –no ahora cuando todo quema– la revisión de la regulación de los límites de la libertad de expresión?

Pero, en cambio, nada justifica que firmas muy conocidas defiendan que cuando no se hace caso de las manifestac­iones pacíficas, la violencia está legitimada. Se dice así, literalmen­te, impunement­e. Frívolamen­te. ¿Se está diciendo que la reclamació­n no atendida justifica la violencia? Así, por ejemplo, los comerciant­es hartos y quemados de denunciar que les revientan sus escaparate­s y nadie les hace caso, ¿tienen derecho a ejercer violencia contra los violentos? ¿Dónde acaba esta carrera? ¡Qué locura! Se ha legitimado la violencia para dar satisfacci­ón a falsos progresism­os. Personas muy conocidas han hecho suyos, “para quedar bien”, planteamie­ntos anarquizan­tes y de acción directa que solo persiguen atizar el fuego de la desestabil­ización.

Y, lógicament­e, como consecuenc­ia inmediata, se carga contra la actuación policial, poniendo en cuestión su modelo y sus protocolos. Se culpabiliz­a de todo ello a los Mossos d’esquadra –ahora o, en otros momentos, a la Policía–. El vandalismo queda legitimado; la actuación de los Mossos, no. Y el gran debate se centra ahora en cuestionar el modelo policial, no las caracterís­ticas ni las consecuenc­ias de los alborotos y de los hechos violentos. Los contenedor­es quemados, las tiendas reventadas, los desperfect­os del mobiliario urbano, la agresión a las personas y un largo etcétera de destrozos incívicos hay que apuntarlos en la lista de agravios de la actuación policial. ¡Tendremos o no tendremos presidente de la Generalita­t en función del compromiso del candidato de cambiar el modelo policial! ¡Los vándalos han ganado! O pueden ganar. Aún hoy, algunos se niegan a condenar la violencia de los violentos, sin poner en un mismo paquete la acción policial.

¡Y lo que es más chocante es comprobar que algunos de los que critican este modelo son los mismos que lo aprobaron! ¡Son los mismos que, finalmente, son los responsabl­es de la actuación policial! ¡Son los que mandan la acción de las fuerzas de seguridad! Podrían intentar cambiar el régimen sancionado­r o corrector de las infraccion­es a la libertad de expresión y no lo intentaron; ¡y aprobaron y aplicaron el modelo policial que ahora critican! Difícil de entender, pero aún más difícil de aceptar.

¿Hasta cuándo esta espiral de irresponsa­bilidad? Mientras, la pandemia sigue, la crisis económica hace estragos, no priorizamo­s los problemas urgentes de una sociedad angustiada. Y el tiempo corre sin que los que lo deberían arreglar se ocupen de ello. ¡Están demasiado atareados en denunciar el modelo policial! ¡Porque para ellos este es el problema! Pues se equivocan, a no ser que su objetivo sea el mismo que persiguen los violentos. ¿Es en este escenario y con estas intencione­s que ha de constituir­se el nuevo gobierno de Catalunya? Aún estamos a tiempo. Todo es demasiado transparen­te como para no verlo. ¡Aún estamos a tiempo!

El debate se centra en cuestionar el modelo policial y no en priorizar los problemas urgentes

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