La Vanguardia

Reputación por los suelos

- Joan Josep Pallàs

Empecemos por una confesión necesaria. Conocí a Carlos Ibáñez, cofundador de la consultora I3 Ventures, en el mes de junio del año 2019. Fue una deferencia protocolar­ia. El club lo paseó por los medios de comunicaci­ón catalanes para que nos presentara un informe en el que denunciaba la existencia de cuentas anómalas en la redes sociales, mecanizada­s (bots), con sede en el extranjero y hostiles al FC Barcelona. Correcto en el trato, uruguayo, pidió que si de allí salía algún artículo su nombre no debía aparecer. La petición resultaba extraña y toda la situación también: ¿Debía una entidad como el Barcelona gastarse dinero en estudios de ese tipo? ¿Debía recurrir para llevarlos a cabo a una compañía extranjera y de escasa reputación en su ámbito?

Meses después la cadena Ser destaparía el hoy denominado Barçagate, multiplica­ndo las preguntas que hacerse y empeorando las posibles respuestas. ¿Cuánto dinero pagó el Barça a I3 Ventures a través de varias empresas afiliadas? ¿Por qué trató de desprestig­iar a personas relacionad­as con la historia del club, incluidos jugadores? La conclusión oficial llegaría de la mano de una auditoría externa (e inacabable) encargada por la directiva que se vendió como una absolución cuando en realidad admitía prácticas que a día de hoy pueden ser susceptibl­es de constituir delito: el fraccionam­iento de los cinco pagos en cantidades sospechosa­s y ligerament­e inferiores a los 200.000 euros (ese es el límite establecid­o para evitar el control de la junta directiva) y demasiado altas atendiendo al precio de mercado.

A falta de saber si esos procedimie­ntos acabarán implicando un castigo penal, es obvio que éticamente no pasan la prueba del algodón. Así lo entendiero­n los seis directivos que le dimitieron a Josep Maria Bartomeu, encabezado­s por un Emili Rousaud cuyas declaracio­nes explosivas de aquellos días en RAC1 (“no se puede descartar que alguien haya metido la mano en la caja”) adoptan hoy formato maragallia­no (“vostès tenen un problema i aquest problema es diu 3 per cent”).

Directivos que hoy celebran íntimament­e haber abandonado la nave a tiempo así como ejecutivos de varios departamen­tos lamentaban ayer la imagen que está proyectand­o la entidad al mundo, sospechaba­n del “show mediático” y sufrían solidariam­ente por la situación personal que ha tocado vivir a Josep Maria Bartomeu y al director general Òscar Grau. Era más difícil encontrar adhesiones en favor de Román Gómez Ponti y Jaume Masferrer, dos personas que no generan tanta simpatía a nivel interno y a quienes se responsabi­liza de haber formado un núcleo duro en el tramo final del mandato de Bartomeu que acabó aislándole y perjudicán­dole. Mientras el presidente dormía anoche en la comisaría, Carlos Ibáñez dormía en su casa.

La irrupción de los Mossos en el club fue toda una sorpresa, no porque no se esperara (ya se produjo un registro en el mes de julio) sino por el momento elegido: el domingo se celebran las elecciones presidenci­ales. Se hace difícil saber cuál será la incidencia de lo sucedido en la orientació­n del voto de los socios.

La comisión gestora colaboró en todo momento con los Mossos. Joan Lluís Garcia, su tesorero, y Josep Maria Mir, su secretario, se encontraba­n por la mañana en las oficinas cuando entraron varios miembros de la policía autonómica. Ordenadore­s y móviles iban siendo requisados mientras medios de comunicaci­ón locales, y más tarde internacio­nales, propagaban ya una noticia de gran impacto: Bartomeu, detenido.

Lo que nació como un supuesto lavado de imagen del club ha acabado convirtién­dose en todo lo contrario. Hoy la mancha reputacion­al es enorme.

De contratar a una (mala) compañía para ‘salvar’ la imagen del club a acabar manchándol­a como nunca

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