La Vanguardia

Demasiado entusiasmo

- Quim Monzó

El domingo 14 de marzo hará un año del decreto que declaró

el estado de alarma

Se intuye que las restriccio­nes que la covid impone todavía irán disminuyen­do poco a poco. El Procicat ha anunciado que, del lunes en adelante, bares y restaurant­es podrán abrir desde las siete y media de la mañana hasta las cinco de la tarde. Eso implica que muchos que no comemos en casa ni por mal de morir podremos ir a una hora sensata –las doce del mediodía, por ejemplo, como hacía un servidor antes de la pandemia–, sin tener que esperar a la una. Y podré bajar al bar a tomar un café a media mañana, sin verme obligado a tomármelo en la acera en un vasito de cartón.

Pero hoy y mañana todavía están ustedes a tiempo de demostrar su gran creativida­d culinaria, ni que sea para conmemorar que el domingo 14 de marzo hará un año que el Gobierno español publicó el real decreto 463/2020 “por el cual se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19”. Todavía escribíamo­s la palabra en mayúsculas, tanto respeto nos daba. Ahora lo hacemos en minúsculas y la referencia al año se ha dejado de lado: covid. Ya nos hemos familiariz­ado. Fue el gran cierre inicial, cuando no podíamos salir de casa si no era por actividade­s básicas: ir a comprar los diarios, visitar el supermerca­do, proveernos de tabaco y pasear al perro. ¡Qué tiempos aquellos!

Durante los meses siguientes, una de las cosas que comprobamo­s es que, en general, a las personas, más que cocinar de verdad, les gusta crear, ni que sea arruinando lo que tienen en los fogones. No se dedicaban a aprender a hacer unas buenas habas con menta, sino que, para dar un toque personal –además de las habas, la menta, la butifarra negra, los ajos, la cebolla y el vino blanco–, ponían, por ejemplo, trozos de mango. Hace años, Josep Maria Espinàs se quejaba de que, en la cocina actual, mucha gente quiere ser compositor­a de grandes piezas y poca quiere ser intérprete. Todo el mundo desea igualarse a Igor Stravinsky y pocos quieren tocar a la perfección sus obras. Ser un virtuoso –sea pianista, violonceli­sta o clarinetis­ta– requiere años de esfuerzos y no todo el mundo llega a serlo. Pero a los aspirantes a la Gloria Gastronómi­ca les parece poco. Por eso añaden un chorro de leche de coco a la escudella, y cilantro a todo, aunque no ligue ni con calzador. (Incluso Jean Couturier comerciali­za botellitas de Coriandre Eau de Toilette.) Larry David fue el creador de aquella gran teleserie que se llamaba Curb your enthusiasm: frena tu entusiasmo. Es un buen consejo que poca gente sigue, y menos cuando se pone frente a los fogones.

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