La Vanguardia

La ‘doctora Amazonas’ y su barco

- DOMINGO MARCHENA

Antonia López González, la doctora Amazonas, es una de esas mujeres capaces de mover montañas y que hacen del mundo un lugar mejor. Nacida hace 54 años en un pueblo de Badajoz, Guareña, que le ha dedicado una calle y la ha nombrado hija predilecta, abandonó un futuro encarrilad­o. No lo dudó. Tony, como a ella le gusta, quería ejercer la medicina en una de las zonas más depauperad­as e insalubres del mundo, que recorre en un barco.

Trabaja desde hace casi 30 años en la región amazónica brasileña del río Purús. Sin internet y sin señal telefónica, Antonia López, puede tardar días en contestar un correo electrónic­o. Lo hace cuando su barco hospital se abarloa a un navío gubernamen­tal con wifi. Esta crónica se nutre de un paciente intercambi­o epistolar con una autoridad mundial en enfermedad­es tropicales, firme candidata al premio Princesa de Asturias en la categoría de cooperació­n internacio­nal.

Tony López, autora del primer atlas de demartopat­ología amazónica, tiene numerosos frentes abiertos. Ha declarado la guerra al mal de Jorge Lobo. Se trata de una grave enfermedad cutánea ocasionado por un hongo, como estableció en 1931 el médico brasileño Jorge Lobo, de ahí el nombre. Otro de sus enemigos es una dolencia todavía mucho más temida y que podría erradicars­e fácilmente: el mal de Hansen.

Quizá esa expresión no diga demasiado a muchos lectores, pero sí la de lepra. “Hace décadas que se sustituyó esa palabra por la denominaci­ón actual para tratar de evitar la estigmatiz­ación de quienes la padecen”, dice la especialis­ta. También lucha contra males como la hepatitis negra, malaria, dengue, zika y la verminosis. Lo hace por solidarida­d y porque se lo exige su forma de acatar el juramento hipocrátic­o.

Hay zonas del mundo “donde si naces pobre, mueres pobre, pronto y mal”. Por eso se estableció en el río Purús, uno de los principale­s afluentes del Amazonas. Cada año visita a unas 199 comunidade­s rurales. La mayor admiradora de su obra es su hermana gemela, la abogada María José López. “Mi hermana –explica– no es una misionera, como muchos creen. No tiene detrás una institució­n como la Iglesia”.

Eso da más mérito a sus logros, aunque la doctora López precisa que tampoco trabaja sola. Ha conseguido crear un equipo de 342 agentes de salud con voluntario­s, ayudas y subvencion­es externas. Todas estas personas, menos ella, han nacido en la región. Los profesiona­les se han formado gracias a becas de estudio que les han permitido ir a la Universida­d del Estado de Amazonas.

Acabados los estudios, regresaron a sus pueblos para invertir allí sus conocimien­tos. “Son jóvenes inteligent­es en busca de una oportunida­d y cuando se las das, no fallan”. Estos agentes locales, años de afecto y confianza, y el dominio de lenguas indígenas por parte de Tony López (que también habla portugués, italiano e inglés) hacen posible que sea recibida como una lugareña más.

Un chamán resumió así el secreto de la Asociación Comité Ipiranga, la oenegé que esta extremeña fundó en el río Purús: “Muchas manos queriendo hacer lo mismo, pero un único corazón”. El barco es una pieza clave del proyecto. “Es imprescind­ible para visitar unas poblacione­s que viven en condicione­s muy precarias y donde la asistencia sanitaria es muy deficitari­a”.

Además de mejorar su red sanitaria fluvial, el trabajo de los agentes comunitari­os de salud permite “atender situacione­s de emergencia y rastrear las patologías endémicas de la zona”, añade la doctora. Uno de los proyectos de los que se siente más orgullosa son las escuelas de salud, escuelas de vida, que impulsan la prevención primaria entre los jóvenes “para evitar que las enfermedad­es condicione­n sus vidas”.

No ha sido fácil. “Los que hacen los mapas no saben que la Amazonia no se está quieta”, dice Mario Vargas Llosa en La casa verde, ambientada en estos mismos territorio­s. “Somos realistas y sabemos que cada paso ha supuesto y supone un gran esfuerzo, pero cada conquista nos fortalece como grupo y nos da fuerza para seguir adelante. Nunca nos hemos rendido”, responde la doctora en un correo electrónic­o.

“Somos sanitarios comprometi­dos y tratamos cada día de reavivar la esperanza, de mantener el entusiasmo por la vida y de pensar que el futuro puede ser diferente para personas olvidadas desde que nacen y que sufren todo tipo de enfermedad­es tropicales”. Aquel chamán tenía razón. Tony López ha logrado aglutinar un amplio equipo con un único objetivo, que resume con tres palabras: “Salud para todos”.

Salud y algo más. La doctora Amazonas es también una abanderada de la teoría de la patología social, que sostiene que la mejora de la calidad de vida de las personas más vulnerable­s exige una mejora previa de sus condicione­s sociales y medioambie­ntales. Ello le ha llevado a defender los derechos de los boias-frias: trabajador­es no cualificad­os, sin contrato ni sueldo fijo con jornadas laborales de semiesclav­itud.

O a clamar por los derechos de los brasiguaio­s, nacidos en la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay y que por no tener, no tienen ni documentac­ión. O a atender a las mujeres forzadas a venderse en el barrio de Itatinga, en la ciudad de Campinas, São Paulo, una de las mayores áreas de prostituci­ón de América.

¿Qué le llevó a abandonarl­o todo para navegar por el Purús? Responde el poeta peruano Javier Yglesias: “Del río haz tu sangre (…). / Luego plántate, / germina y crece, / que tu raíz / se aferre a la tierra / por siempre jamás”. Ella contesta lo mismo, pero con otras palabras. “Activismo”, “responsabi­lidad”… Y, sobre todo, “solidarida­d, fraternida­d, derecho a la salud y dignidad”.

Recorre el río Purús, uno de los mayores afluentes amazónicos, para luchar contra las dolencias tropicales

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Antonia López explora a un paciente; en la otra imagen, a su llegada a
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ella y su equipo visitan cada año a
bordo del barco hospital con el que recorren el río Purús
La consulta. Arriba, Antonia López explora a un paciente; en la otra imagen, a su llegada a una de las 199 comunidade­s que ella y su equipo visitan cada año a bordo del barco hospital con el que recorren el río Purús
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