La Vanguardia

Cosas que crecen por la noche

- Clara Sanchis Mira

Aveces trabajo a las órdenes de un director tan dubitativo como yo. El escenario es un sindiós, como es natural. El resto del equipo técnico y artístico demuestra una gran fortaleza de ánimo. En todo caso, pilotar el barco con pulso firme es un tema de dirección, como intérprete me centro en el arte del disimulo. Y más en esta obra. Pero en lo que a dudar se refiere, este director es mi alma gemela. La indecisión fluye entre nosotros y no sé si eso es maravillos­o o terrible. Un problema o un alivio. Cuando, de improviso, uno de los dos, tras una honda batalla con su naturaleza irresoluta, logra tomar una decisión en la escena, el otro se la desmonta con un soplo. Entre la envidia y el miedo a quedar solo en la cazuela de la duda eterna. Así, de un ensayo a otro cambian los objetos del escenario, las músicas, los movimiento­s del personaje, sus emociones, sus razones, su carácter o su forma de vestir. Un mundo fuera de control.

Un día acabamos la jornada seguros de haber descubiert­o al fin la esencia misma de la personalid­ad de la protagonis­ta. La almendra de un ser humano, nada menos.

Sabemos ya también que llevará un vestido rojo. Salimos del ensayo con esa euforia que da el convencimi­ento radical, la firmeza soberana. La adrenalina de la ansiada posesión de la verdad. Esa bola dorada.

Pero a la mañana siguiente basta cruzar una mirada para saber que algo ha crecido por la noche en nuestros cráneos dudosos. Algo ha cobrado vida entre sueños, al calor de las almohadas. Lo que ayer era inamovible hoy es un pétalo en la tormenta. Las certezas se esfuman y el escenario es otra vez un puro caos. Imposible tranquiliz­ar a la joven productora que suplica concrecion­es. Mañana sabré si esa música funciona; si la escena es irónica o triste, dice el director contra las cuerdas. Mañana diré si la protagonis­ta es una persona de las que se visten de rojo o no, le promete al diseñador ahogado en telas de mil colores. Mentiras piadosas, lanzadas al equipo para ayudarlo a conciliar el sueño ante la cercanía del estreno. Se acerca el animal, dice la compositor­a, que quizás se ha soñado arrollada por un jabalí, con sus músicas en ascuas. Falta poco para que llegue el día en que se levante el telón y todos finjamos que tenemos alguna clase de control. Si el mundo fuera un escenario y los hombres y mujeres meros actores, como dijo Shakespear­e, estaríamos perdidos. O no. Es difícil saberlo. Y más si consideram­os que la frase no la dijo exactament­e Shakespear­e, sino un personaje suyo.

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