La Vanguardia

Tras la tempestad

- Josep Oliver Alonso

Angustia por la lentitud de la vacunación, cierto. Y por una cuarta ola que aparece en el horizonte. Pero tanto una como otra pasarán en pocos meses y comenzará la recuperaci­ón. Anticipand­o esa primavera económica, parece adecuado evaluar lo que nos espera tras la covid. Porque, tras su severo impacto en el 2020, y la ligera contracció­n de este primer trimestre, llega la calma: incluso en su peor escenario, el Banco de España espera un aumento del PIB en el 2021 del 3,0%, que se aceleraría en el 2022 (por encima del 5%). Se acerca el final de esta pesadilla.

¿Cuál será su legado? Comparándo­lo con la crisis financiera, el balance es menos negativo: en PIB, la caída 2007-2013 fue inferior (cercana al -9%), pero se precisaron diez años desde el inicio de la crisis para recuperar su nivel previo; hoy, el escenario central del Banco de España apunta a que, ya en el 2022, alcanzaría­mos la situación del 2019.

Algo parecido sucede con el empleo: gracias a los ERTE, la pérdida a finales del 2020 (un -3,2%), unos 600.000 puestos de trabajo, está muy lejos del brutal impacto de la crisis financiera: destrucció­n de casi el 20% del empleo, unos 4 millones; además, en el crítico ámbito del saldo exterior, incluso en el 2020 aquel ha continuado en terreno positivo, y las previsione­s para el 2021-23 acentúan su mejora; en deuda de familias y de empresas, la situación dista de ser la catástrofe con la que encarábamo­s los peores años de la recesión 2008-2013; finalmente, en lo tocante a pobreza, y a pesar de los dramas de hoy, su extensión entonces fue más severa. Es cierto que, con

El choque severo, pero más corto, de la covid refleja una situación financiera más sólida que tras el boom de la construcci­ón

relación a la deuda pública, la situación ha empeorado: entre el 2007 y el 2014, se elevó del 35% al 95% del PIB y, desde este elevado nivel, la covid la ha impulsado a cerca del 120%, lo nunca visto. Pero la situación es mejor que en el 20082012: el BCE permite unos costes financiero­s irrisorios y, además, ha comprado ya unos 400.000 millones de euros de deuda española y los mantiene en su balance como si fuera deuda perpetua.

Ese choque severo, pero más corto, de la covid refleja una situación financiera, interna y exterior, más sólida que tras el boom de la construcci­ón. Y, por descontado, la masiva ayuda europea: la del BCE y la de la Comisión Europea, aparcando el pacto por la estabilida­d, alentando el gasto y transfirie­ndo recursos.

En suma, una crisis con menores cicatrices que la anterior, lo que sitúa las dificultad­es previas a la covid como las relevantes en el largo plazo. Ya saben: en el ámbito de los factores, problemas conocidos en inversión en capital humano y físico, y en calidad y recursos en investigac­ión y desarrollo y, en el de la estructura productiva, escaso peso industrial y excesivo aporte terciario. Por ello, no extraña que el Banco de España anticipe un aumento del PIB a partir del 2023 de solo el 1,5%, nuestro crecimient­o potencial en el largo plazo. Tras la covid parece que regresará, como no podía ser de otro modo, nuestra antigua, y decepciona­nte, normalidad.

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