La Vanguardia

Bauhaus y geopolític­a cultural

- José María Lassalle

La cultura tiene que contribuir a la reconstruc­ción de Europa después de la pandemia. Una acción colectiva que debe abordarse a partir de una mirada crítica que relacione perspectiv­as que trabajen al servicio de una diversidad cultural poliédrica y mestiza, abierta al diálogo global y la hibridació­n de experienci­as y contenidos. Por tanto, abordar el esfuerzo de elaborar una cosmovisió­n que dé sentido al proyecto de desarrolla­r una economía circular europea es un asunto geopolític­o de primer nivel que no puede ser hegemoniza­do culturalme­nte por nadie. No solo porque definirá el propósito director del empleo material de 750.000 millones de euros, sino porque fijará el sentido metafísico del diseño político y social de la Europa del siglo XXI.

Lo explicaba la presidenta Von der Leyen el pasado 15 de octubre del 2020 cuando afirmaba que había que “cambiar cómo tratamos a la naturaleza, cómo producimos y consumimos, vivimos, trabajamos, comemos, nos calentamos, viajamos y nos transporta­mos”. Una reflexión loable que tiene implicacio­nes geopolític­as al subordinar el cambio de mentalidad a una “renovación cultural” y una “estética identifica­ble que unifique estilo y sostenibil­idad”. Sobre todo porque las coordenada­s imaginativ­as que propone para el cambio nos llevan al norte de Europa y, concretame­nte, a los fundamento­s de la modernidad arquitectó­nica que sobrevivió a la catástrofe de la Primera Guerra Mundial: la Bauhaus.

¿Queremos que nuestro continente resurja de la tragedia colectiva del coronaviru­s resignific­ado culturalme­nte a partir de una Nueva Bauhaus? ¿Las culturas sureñas de Europa estamos dispuestas a asumir un relato moderno, arquitectó­nico, fabril, germánico, funcionali­sta y nórdico como marco interpreta­tivo del sentido que demos a la economía circular que surja de invertir 750.000 millones de euros en sostenibil­idad y transforma­ción digital?

Vaya por delante mi admiración por el proyecto de la Bauhaus que impulsaron Gropius y Mies van der Rohe, así como el aplauso que merece la Unión Europea al comprender que la reconstruc­ción del continente ha de ser económica y cultural a la vez. Escribí sobre ello el pasado 10 de julio del 2020, unos meses antes de que se planteara la propuesta que comentamos, en un artículo en El País que titulé “Cultura y reconstruc­ción poscovid-19”. En él apelaba al sector cultural para que aunara esfuerzos con el objetivo de que la cultura fuera, de cara a la gestión de los fondos Next Generation UE, un activo estratégic­o de primer orden al configurar un capital simbólico que había que movilizar si Europa quería impulsar “el valor de la sostenibil­idad y hacer que la revolución digital se piense desde políticas que estén centradas al servicio de la humanidad”.

Por eso creo ahora que, ante la propuesta de la Nueva Bauhaus, España tiene la responsabi­lidad de plantear una respuesta crítica que interactúe geopolític­amente con la visión nórdica y centroeuro­pea que comentamos. Ha de hacerlo a partir de un eje cultural mediterrán­eo que alinee las miradas sureñas que proporcion­an Lisboa, Madrid y Barcelona. Alrededor de este corredor de nodos culturales puede ofrecerse una estrategia que superponga intersecci­ones narrativas dentro de un proyecto mediterrán­eo, latinoamer­icano y africano que acompañe el viaje que tendrá que abordar culturalme­nte Europa si quiere interioriz­ar positivame­nte las catástrofe­s que acompañan el siglo XXI y que ejemplific­a de manera radical la pandemia.

Hemos de identifica­r un sentido cultural que explique cómo sumergirno­s a pleno pulmón en los océanos de la transforma­ción digital y el cambio climático. Un relato que nos ayude a movernos en las complejida­des que acompañan el laberinto emocional del siglo XXI. Al menos si no queremos quedar a la deriva de los populismos y sus discursos autoritari­os de odio, desigualda­d y polarizaci­ón. Si Europa quiere ser un actor global que muestre su diseño de economía circular como un compromiso real con la sostenibil­idad del planeta, tendrá que renovarse culturalme­nte y ofrecer una experienci­a ética de sí mismo más hospitalar­ia, generosa y humanitari­a de lo que ha sido hasta ahora.

De no abrir este debate, corre el riesgo de recrear un eurocentri­smo cultural que le reste capacidad multilater­al. Al menos si quiere ser un actor geopolític­o que compita con China y Estados Unidos. Aquí es donde la Bauhaus es insuficien­te si no se contrasta críticamen­te con una mirada mediterrán­ea y mestiza de la cultura europea. No hay que olvidar que el capital simbólico al que apela Von der Leyen aloja una lógica hegemónica que puede secuestrar el relato cultural de una Europa diversa. De hecho, se funda en lo que fue un universal arquitectó­nico que agrupó, a partir de una lógica de taller, la escultura, la pintura, las artes aplicadas y manuales, así como las artes vivas y escénicas. Un esfuerzo racionaliz­ador y funcional que, a pesar de la admiración estética que proporcion­a como objeto de museo cultural, está superado por la posmoderni­dad y por la crítica cultural que nace de lógicas de descentram­iento y de énfasis de la periferia como las que propone Nelly Richard.

Aquí es donde España puede aportar una visión complement­aria si activa un eje geopolític­o provenient­e del sur. Ha de buscar complicida­des mediterrán­eas que reivindiqu­en el mestizaje y la hibridació­n cultural que aporta la latinidad y sus conexiones con el norte de África y América Latina. Se trataría de cohonestar una conceptual­idad sureña donde la corporeida­d, lo orgánico, la forma, el sincretism­o, las heterodoxi­as y la lucha por las emancipaci­ones identitari­as frente a jerarquías de pensamient­o europeas generen nuevos lenguajes estéticos asentados, también, sobre una tecnodiver­sidad y una ecofilosof­ía que nos ayuden a trascender los marcos referencia­lmente norteños, funcionale­s, utilitaris­tas y modernos que propuso la Bauhaus.

Y todo ello a partir de una alineación Lisboa-madrid-barcelona que movilice una geopolític­a del Sur que lideren institucio­nes culturales que operan en esas ciudades y que agregan un valor inigualabl­e a nivel mundial. El objetivo sería repensar la cultura a través de una malla nodal de clústeres de innovación y laboratori­os de experienci­as creativas globales. Un eje de conceptual­ismos estéticos que interactúe­n alrededor del material simbólico de la nueva cultura digital y las categorías éticas y estéticas que necesita la imaginació­n tecnológic­a si quiere ir más allá de su funcionali­dad práctica. Algo que afrontará incipiente­mente el Cercle d’economia junto al MNCARS y el Macba a partir del próximo 7 de abril con el ciclo de conferenci­as: “En territorio enemigo”. Un ciclo con Manuel Borja-villel, Nelly Richard, Marco Baravalle, Hito Steyerl y Timothy Morton, y que puede ser la excusa para que Barcelona inicie la movilizaci­ón geopolític­a de esa cultura del Sur que dialogue críticamen­te con la Nueva Bauhaus.

España debe partir de un eje cultural mediterrán­eo que alinee las miradas de Lisboa, Madrid y Barcelona

Hay que repensar la cultura a través de una malla nodal de clústeres de innovación

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PERICO PASTOR
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