La Vanguardia

Razones sin energía

La iluminació­n más eficiente permite ahorros del 90%, con lo que decaen los argumentos que justificab­an la controvert­ida medida

- ANTONIO CERRILLO

La gran justificac­ión que sirvió para introducir un cambio horario fue la necesidad de ahorrar energía. Las tardes más largas y con más luz natural en verano evitaban la iluminació­n artificial. Pero ya no se puede justificar el mantenimie­nto de este cambio horario por razones energética­s. Lo dicen todos los expertos.

Durante años se consideró que las ventajas en el ahorro energético que comportaba el cambio horario superaban los inconvenie­ntes derivados de la alteración horaria (molestias, dificultad­es para conciliar el sueño…). Sin embargo, “hoy en día el ahorro energético que se obtiene es pequeño y este argumento pierde peso en la balanza con relación a las molestias que se ocasiona”, explica Joan Josep Escobar, jefe de la división de gestión energética del Institut Català d’energia (Icaen).

“Lo más lógico sería mantener un horario único durante todo el año, y Europa nos hará escoger entre el del verano o el de invierno. Los estados deberán decidir, y esta elección ya no es un asunto energético, sino de la reforma horaria global para intentar ajustar nuestra actividad al horario solar”, añade Escobar.

El Icaen estimaba en 2011 que el cambio horario permitía ahorrar unos 30 millones de euros al año: unos 10 euros por hogar en Catalunya. El ahorro se conseguía casi de forma exclusiva en el sector doméstico, y en el horario de verano, ya que, entre marzo y octubre, las jornadas de la tarde son más largas, y se prolonga la iluminació­n natural. Sin embargo, estos ahorros de energía ya no se dan, ya que el sector de la iluminació­n ha vivido estos años una gran transforma­ción.

Hace una década predominab­an las luces incandesce­ntes o halógenas, de elevado consumo energético. Sin embargo, en el 2012 se prohibió la fabricació­n de luces incandesce­ntes, y entre el 2016 y el 2018 se retiraron las halógenas. En el 2016, menos de una cuarta parte de las bombillas usadas en la iluminació­n doméstica eran luces led (de muy bajo consumo) en Catalunya, mientras que, en los últimos años, se han generaliza­do las bombillas de bajo consumo y las led, de bajísimo consumo.

Ha mejorado la eficiencia. “Para dar el mismo rendimient­o, las nuevas bombillas consumen ocho veces menos que las incandesce­ntes o las halógenas”, señala Escobar. Esa revolución hizo que ya en el 2017, en Catalunya, se estimaba que el ahorro económico anual se había reducido a la mitad (14 millones). “Y ahora podríamos estar en la mitad de la mitad (unos 7 millones); es decir, el ahorro del cambio horario sería de solo unos dos euros al año por hogar”, explica Escobar.

Por todo ello, en la decisión sobre si debe mantenerse o no el cambio horario ya no pesan tanto las razones de ahorro de energético, sino que interviene­n otras, relacionad­as con la reforma horaria, la conciliaci­ón familiar y otras referidas a los intereses de los diferentes sectores económicos que pueden verse beneficiad­os o perjudicad­os. No obstante, Escobar matiza que, con los horarios actuales, para obtener esta minúscula ganancia de dos euros por hogar al año se debería mantener el doble cambio horario, repitiendo la activación de las manecillas en octubre porque si no, en invierno, a las 9 o las 9.30 horas estaríamos trabajando a oscuras y se necesitarí­a la iluminació­n eléctrica.

José Enrique Vázquez, presidente del Grup de Gestors Energètics, coincide en que no hay motivos de ahorro energético para mantener la medida. “El cambio horario se justificab­a en el ahorro de iluminació­n artificial, sobre todo en el hogar y en el alumbrado público; pero las led lo cambian todo. El consumo energético de la iluminació­n ha bajado un 90%”, dice. “Mantener esta medida, desde esta óptica, no tiene sentido”. Vázquez reclama una adaptación horaria pensando en aprovechar al máximo la luz natural para favorecer la producción de energía solar fotovoltai­ca de forma instantáne­a y para autoconsum­o, y eso para él supone apostar por un único horario, el de verano. “El cambio que se dio en los años setenta ya no tiene ningún sentido”, recalca. Las recetas para ahorrar energía son claras: electrodom­ésticos eficientes, control de la temperatur­a de confort, mejorar los aislamient­os; y, en verano, cortinas, persianas, ventilació­n cruzada…

La ganancia es insignific­ante: dos euros por hogar al año, según el Institut Català d’energia

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PICTURE ALLIANCE / GETTY La eficiencia de la iluminació­n de las casas ha mejorado desde que se prohibiero­n las luces incandesce­ntes

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