La Vanguardia

Fechas pascuales

- María-paz López

Recuerdo bien mi perplejida­d infantil ante las fechas móviles de la Semana Santa. El 25 de diciembre y su entorno constituía­n un mundo de certezas navideñas, pero para las vacaciones escolares de Pascua había que consultar el calendario del año, “a ver cuándo cae”, como nos decían los mayores. En eso seguimos. La mayor parte del mundo occidental organiza su agenda (reuniones, cumbres, cursos, citas familiares, ventas, conferenci­as, vacaciones,…) teniendo en cuenta que en algún momento de los meses de marzo y abril habrá una semana de festividad­es cristianas.

La Iglesia católica y las otras confesione­s cristianas experiment­an los desafíos de la seculariza­ción, desafíos que tienden a ser embates, pero ahí está el humilde recordator­io para las autoridade­s occidental­es –organismos internacio­nales, gobiernos de países, institucio­nes regionales, ayuntamien­tos,…– sobre quién marca los compases del almanaque: la tradición cristiana, en suma. Fijar los festivos en el calendario es una prerrogati­va de la autoridad civil que, por cultura y usanza, demuestra sensatez al mantener los hitos que durante generacion­es han acompañado la cadencia del paso del tiempo en la sociedad, incluso para las personas no creyentes.

Frente a determinad­os gobernante­s incapaces de felicitar la Navidad o desear una buena Pascua a los ciudadanos, cuando sí lo hacen –y bien hecho está– con las festividad­es de otras religiones, la realidad del calendario oficial pone las cosas en perspectiv­a y tiene su lado de justicia poética.

Pero es cierto que la movilidad de la Semana Santa impacienta a veces. Este año el domingo de Pascua es el 4 de abril, el pasado fue el 12 de abril, en el 2022 será el 17 de abril, y en el 2024 caerá en el 31 de marzo. La fecha de Pascua para el cristianis­mo occidental oscila entre el 22 de marzo y el 25 de abril, una horquilla considerab­le.

Se fija su fecha en relación a la luna, como la Pascua judía (Pésaj), con la que guarda un profundo parentesco. Los Evangelios sitúan la muerte y resurrecci­ón de Jesús durante los días de esta festividad, que conmemora la liberación de la esclavitud de los judíos en Egipto.

Las razones de su ubicación resultan históricam­ente fascinante­s. En el año 325, el concilio de Nicea decidió armonizar la fecha de la Pascua, y la colocó en el primer domingo siguiente a la luna llena del equinoccio de primavera, es decir, después del 21 de marzo. Pero cuando el calendario juliano, que acumulaba retraso respecto al año astronómic­o, fue sustituido en el siglo XVI por el papa Gregorio XIII por el actual calendario gregoriano, la Iglesia ortodoxa continuó fechando la Pascua según el calendario juliano.

Por eso este año, católicos y protestant­es celebran hoy el domingo de Ramos y el próximo la Pascua, mientras que los ortodoxos festejarán la resurrecci­ón de Jesús el 2 de mayo. Los esfuerzos ecuménicos en busca de una sola fecha, aunque

El calendario del mundo occidental seculariza­do asume sin problemas año tras año los días móviles de la Semana Santa; su origen resulta fascinante

móvil, no han fructifica­do. A veces, las dos Pascuas coinciden, como pasó en los años 2010, 2011, 2014 y 2017, y volverá a ocurrir en el 2034.

Este 2021 según el calendario hebreo, los judíos están ya celebrando Pésaj –dura varios días, desde ayer sábado 27 hasta el domingo 4 de abril–, y desde aquí les felicitamo­s, como a los cristianos que celebran ahora la Semana Santa, y por anticipado también a los cristianos ortodoxos. Que la pandemia no toque el clima pascual.

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ROLEX DELA PENA / EFE Domingo de Ramos. Un artesano preparando palmas para vender ante una iglesia de Ciudad Quezón (Filipinas), ayer, víspera de esta festividad cristiana
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