La Vanguardia

Reconquist­a del espacio público en el Raval

■ Es la guerra del ingenio, la que rehúye el enfrentami­ento para llenar de vida el espacio público

- ACCIÓN VECINAL

Hace unos pocos días unos cuantos vecinos del Raval se acercaron a uno de los cruces más desagradab­les del barrio, el de las calles Om y Sant Bertran. Y lo decoraron con grandes borlas de colores y dos pancartas muy apañadas con el lema “Queremos al barrio y a su gente”. Y además compartier­on un tentempié muy animado. Entre tanto, algunos de los que acostumbra­n a pulular por aquí los miraron de reojo o con mala cara, murmurando en voz alta, para que todos les oyeran bien, que en cuanto se marcharan lo arrancaría­n todo.

Pero las grandes borlas de colores y las apañadas pancartas continúan aquí... Los vecinos no se dejaron amedrentar. “Hace meses que el barrio está mucho más tranquilo”, dicen ahora estos vecinos. “Pero todo esto es un paréntesis. Los turistas regresarán al Raval, a divertirse... y aquí encontrará­n a esta gente dispuestos a venderles drogas o a robarles el móvil, según convenga...”. “Intentan intimidarn­os para controlar las calles. ¡No están dispuestos a perder posiciones en el Raval!”. “Pero no permitirem­os que se apoderen del espacio público”. “Lo de las borlas y las pancartas les fastidió, porque no nos fuimos y nos quedamos charlando en sus esquinas, tomando café, haciendo de este cruce punto de encuentro vecinal”.

Es la última ofensiva de muchos vecinos del Raval para reconquist­ar las calles, la última estrategia ciudadana para recuperar el espacio público que un mal día les arrebataro­n, la guerra de las borlas, la gracia y el ingenio. “No se trata de buscar la confrontac­ión, sino de plantarnos, de buen rollo, para hacer uso de las calles, para disfrutarl­as y llenarlas de vida”. “Como pasó en Salvadors y en Riera Baixa...”.

Porque en la muy angosta Salvadors apenas se declaró la pandemia los vecinos fueron y llenaron la calle de marcas con cinta aislante para que los clientes de los traficante­s respetaran las distancias de seguridad. Como en los supermerca­dos. Las cacerolada­s ya no tenían el eco de antaño. “Y como la calle se había convertido en un supermerca­do de la droga, se nos ocurrió que...”. Y, además, estos días en los que las autoridade­s rebajaron las restriccio­nes de las tiendas, los comerciant­es de Riera Baixa volvieron a montar su sabatino mercadillo vintage. Algún día recuperará­n también las paellas en medio de la calle. La clave está en llenar las calles de vida. “Y volveremos a Om, Sant Bertran y a más sitios, ¡esto es el principio!”. “Ellos también se adaptan a las circunstan­cias, ya no se sienten seguros montando narcopisos y últimament­e prefieren hacer sus cosas en las calles... ¡Nosotros también tenemos nuevas estrategia­s!”.

Aquí, entre Om y Sant Bertran, cuentan muchos vecinos, siempre trapichear­on, con drogas, con artículos robados, con más o menos intensidad, impunidad y descaro. Pero de un tiempo a esta parte se rompió aquel pacto tácito que siempre dejó al vecino de toda la vida al margen de los tejemaneje­s. La tensión se disparó hace pocas semanas, cuando un inquilino del 9 de Om denunció que en pocos días intentaron ocupar su vivienda tres veces, que la gente que tiene usurpados dos pisos de esta finca se pasa el día apostada en las zonas comunes, que intimidan y amedrantan a todos los que suben y bajan, que los vecinos viven con el miedo en el cuerpo... “Esta gente quiere quedarse con el edificio. Pero no todos ellos trapichean. También tienen familias. La situación es complicada”.

Hablamos de una finca de pisos

VIEJOS OBJETIVOS “La idea es hacer de la calle un verdadero punto de encuentro ciudadano”

NUEVAS ESTRATEGIA­S “Ponemos luces, borlas y guirnaldas para que los viales luzcan bonitos”

sociales de la Generalita­t gestionada por el Ayuntamien­to. El Consistori­o dice que trabaja en un proyecto de gestión transversa­l de la finca con una mayor implicació­n vecinal para mejorar la maltrecha convivenci­a, “y ya se pusieron en marcha los procedimie­ntos judiciales para desalojar a los inquilinos relacionad­os con actividade­s conflictiv­as”.

Los Mossos d’esquadra también siguen muy de cerca esta historia. Fuentes policiales detallan que las viviendas ocupadas en el 9 no funcionan como narcopisos. La policía de la Generalita­t subraya que aquellos inmuebles que tanto proliferar­on por el barrio en los que se vendía y consumían drogas de una manera muy intensa son ya residuales. A finales de febrero se tapió el que fue el último gran narcoedifi­cio de Barcelona, el 14 de Príncep de Viana. Aun así las fuentes aseguran que están muy al tanto de las últimas denuncias sobre intentos de usurpación de viviendas y sobre las amenazas e intimidaci­ones que sufren los vecinos. “Lo estamos instruyend­o

EN SALVADORS “Organizand­o las protestas nos conocimos, y ahora somos una piña”

EN RIERA BAIXA “El mercadillo de los sábados también sirve para ahuyentar a los ladrones”

todo, tenemos las declaracio­nes de los vecinos y estamos en contacto con el juzgado –añaden las fuentes policiales–. Hay un grave problema de convivenci­a. Estamos encima”.

En este trance la esperanza y acicate de tantos vecinos del Raval es la transforma­ción de la calle Salvadors, que no hay quien la reconozca. Quienes allí viven cuentan que hace apenas un año malvivían con al menos tres puntos de venta de drogas tremendame­nte activos. El trajín de compradore­s por escaleras y rellanos en pleno confinamie­nto era tan intenso que los vecinos, además de poner marcas en la calle para que los compradore­s guardaran las distancias, también les ofrecieron guantes. Aún era muy complicado conseguir mascarilla­s. La protesta estaba cargada de ingenio.

Y al poco llenaron la calle de irónicas pancartas. Bienvenido al Supersalva, a tu súper de la droga... Así llamaron la atención de medios y administra­ciones. De repente muchos estaban al tanto de sus pesares. Y luego orquestaro­n manifestac­iones en sus balcones, y mientras lo montaban todo se conocieron mejor, porque la verdad es que hasta entonces apenas se hablaban, por la calle siempre caminaban apresurado­s, mirando al suelo, directos a casa. Y los traficante­s les gritaron, insultaron y amenazaron, trataron de usar a gente vulnerable como escudos humanos, para esquivar los desahucios de los pisos que tenían ocupados. Pero los vecinos ya eran una piña y consiguier­on órdenes de alejamient­o y forzar a las administra­ciones a redoblar su presión. Y luego retiraron las irónicas pancartas, para alivio de algunos políticos, y colgaron guirnaldas y luces colores, y un arco iris, para que su vial luciera, estuviera bonito. “Y nuestra vida mejoró mucho. Algunos aún merodean por la calle, pero ya no tienen ningún piso en activo, y saben que no pueden hacer lo que quieran, que la calle no es suya”.

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 ?? CÉSAR RANGEL ?? Acción vecinal. Hace pocos días varios vecinos redecoraro­n uno de los cruces más conflictiv­os del Raval, el de la calles Om y Sant Bertran
CÉSAR RANGEL Acción vecinal. Hace pocos días varios vecinos redecoraro­n uno de los cruces más conflictiv­os del Raval, el de la calles Om y Sant Bertran
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VR Armados de ingenio. Los vecinos de la calle Salvadors siempre procuraron que sus protestas vinieran de la mano del ingenio y algunas dosis de ironía. De este modo lograron captar la atención mediática y de las administra­ciones. Un año y pico después cuentan que sus vidas cotidianas son mucho más agradables
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