La Vanguardia

El bloqueo del canal de Suez

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Con 400 metros de eslora, 59 de manga y 16 de obra viva, y con capacidad para transporta­r 18.000 contenedor­es, el Ever Given es uno de los mayores cargueros del mundo. El pasado martes una tormenta de arena con escasa visibilida­d y ráfagas de viento de más de 70 kilómetros por hora le hizo perder el rumbo, con tan mala fortuna que su bulbo de proa impactó y quedó atrapado en una orilla y la embarcació­n derivó hasta que su popa chocó con la otra orilla. El carguero quedó en ese momento atrapado entre ambos márgenes, y el canal, completame­nte bloqueado al tráfico.

El 90% del comercio global se realiza por vía marítima. El 12% de ese comercio pasa cada año por el canal de Suez. El número de buques que lo atravesaro­n en el 2019 asciende a 19.000, entre ellos algunos de los mayores del mundo. Un bloqueo como el ocasionado por el Ever Given no solo supone un contratiem­po para el comercio marítimo: este fin de semana sumaban ya más de tres centenares los grandes cargueros fondeados en ambos extremos del canal, el del mar Rojo en el sur, y el del Mediterrán­eo al norte. También constituye una invitación a revisar la organizaci­ón del comercio marítimo, para el que infraestru­cturas como el canal de Suez, o el de Panamá, tienen una importanci­a clave. Porque si bien propician grandes ahorros –en la ruta de Asia a Europa, el canal de Suez supone un ahorro de unos diez días de navegación respecto a circunnave­gar todo el continente africano–, también comportan, dadas sus dimensione­s y su exposición al riesgo de accidentes, peligros como el que ahora nos ha recordado el Ever Given.

Mucho ha cambiado en el canal Suez desde que se abrió al tráfico marítimo en 1869. Entonces medía 162 kilómetros y lo cruzaban muy pocas embarcacio­nes. Ahora, tras sucesivas mejoras, tiene 193 kilómetros navegables, cuenta con doble anchura en todo su tramo norte –pero solo un carril en el tramo sur– y lo cruzan, como ya hemos apuntado más arriba, cerca de 20.000 barcos cada año, cargados con petróleo o con distintos bienes de consumo, desde ropa confeccion­ada hasta alimentos perecedero­s, pasando por recambios de diversas maquinaria­s. Estas operacione­s de ampliación del canal se han visto forzadas por el creciente tamaño de los cargueros, fruto de la deslocaliz­ación de muchas industrias en busca de mano de obra barata, que intensific­a el comercio global e incrementa el número de fletes de gran tonelaje. La última gran ampliación del canal de Suez se acabó en el 2015. Pero las dimensione­s de los cargueros y su número no parecen haber tocado techo aún, lo que tensiona infraestru­cturas como las de Suez, ya de gigantesca­s dimensione­s.

Las consecuenc­ias del bloqueo del Ever Given han invitado a algunos armadores a considerar la convenienc­ia, al menos para superar esta crisis, de ordenar a sus capitanes que reprograme­n su ruta, rumbo al cabo de Buena Esperanza, para rodear África. Pero aunque esta crisis requiera de semanas para restablece­r los ritmos y calendario­s previstos, no tiene punto de comparació­n con otras que sufrió el canal. Por ejemplo, la que siguió en 1956 a la nacionaliz­ación del canal por el presidente egipcio Naser, enfrentado al Reino Unido, Francia e Israel en la guerra del Sinaí, que decidió hundir buques en el canal para bloquearlo. Y así estuvo, bloqueado, hasta 1957. No sería este el único cierre. La guerra de los Seis Días trajo otro en 1967, y esta vez se prolongó durante ocho años, hasta su reapertura en 1975.

El actual bloqueo repercutir­á probableme­nte en el precio de determinad­as mercancías. El modo en que afecte al comercio se añade además a los efectos de las alteracion­es que ya ha padecido debido a la pandemia. Y, en definitiva, desvela la fragilidad del sistema comercial marítimo en puntos clave como el canal de Suez, que espera doblar hacia el 2023 el número de buques que lo usaban hace menos de un decenio.

Las infraestru­cturas como este canal están sometidas

a creciente tensión por un comercio global al alza

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