La Vanguardia

La mínima expresión

- Mcamps@lavanguard­ia.es

En la película Peggy Sue se casó ,de Francis Ford Coppola, la protagonis­ta, que hace un viaje al pasado de 25 años, le describe al inventor de turno cómo son las cosas que ella ha visto en el futuro. El resumen es que todo es más pequeño, salvo los reproducto­res de música. El filme es de 1986 y hacía referencia a aquellos aparatos portátiles que llamábamos coloquialm­ente loros y que se acostumbra­ban a llevar sobre el hombro a toda castaña. Aún no se había generaliza­do el uso de auriculare­s, una costumbre que nos dejará a todos sordos pero que no molesta al vecino, aunque ahora, con los altavoces conectados por bluetooth, vuelven a aparecer grupos que se pasean por la calle con la música bien alta, como si estuvieran solos en el mundo.

Tal como ya apuntaban las observacio­nes de Peggy Sue, en los artilugios electrónic­os es cierto que cada vez caben más cosas en menos espacio. En muchas casas las discotecas han desapareci­do, porque ahora la música llega por streaming, con unos altavoces que han ido disminuyen­do y que se mueven de una habitación a otra para oír la música allí donde uno esté. Los móviles contienen más capacidad de procesamie­nto que cualquiera de las aparatosas torres de los primeros ordenadore­s personales. Y ahora hemos flipado con el nanosatéli­te.

Aunque los nanosatéli­tes no son ninguna novedad, este Enxaneta del tamaño de una caja de zapatos ha dado la campanada informativ­a, mientras esperamos pacienteme­nte que lleguen las vacunas y compramos palomitas para ver cómo se pelean los partidos políticos del eje Murcia-madrid, con los tránsfugas habituales. Más allá de la ingeniería aeroespaci­al, el nombre Enxaneta ya es un acierto, tomado del muchacho o muchacha que se encarama a la cima de un castell, y que parece provenir del lemosín enjaneta, ‘flechita’, aunque hay quien apunta su origen en el nombre de un pionero casteller, Xaneta (en Xaneta).

Pero lo que me parece maravillos­o es el prefijo que se usa para esas cosas diminutas: nano-. Como suele suceder en las palabras científica­s, se ha tomado una palabra del griego –también presente en el latín–, que significa ‘enano’ y se define, en el sistema internacio­nal, como el submúltipl­o de una unidad equivalent­e a la milmilloné­sima parte de esa unidad.

Esta palabra también ha tomado su camino popular por la vía patrimonia­l, es decir que la hemos heredado de generación en generación, desde la antigua Grecia hasta nuestros días (nanos, en griego; nanus nana, en latín). Hoy la seguimos usando con el mismo sentido que entonces: enano, enana. Una palabra que es la mínima expresión, pero bien aprovechad­a.

Más allá de la ingeniería aeroespaci­al, con el nanosatéli­te Enxaneta también se aprende lengua

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