La Vanguardia

¿Y qué era eso de la Semana Santa?

- Núria Escur

Los jóvenes celebran Semana Santa como celebran la Navidad: tienen fiesta pero no saben por qué. El desconocim­iento sobre las efemérides de origen religioso es apoteósico. Claro que, con lo que están tragando, tampoco se les puede recriminar.

Para saber cómo era la Semana Santa de sus padres y abuelos les bastará con leerse Vivir no es tan divertido y envejecer, un coñazo (Anagrama), de Oscar Tusquets, donde el arquitecto de la gauche divine se queda a gusto. Fragmentos brillantes aunque –a ese título y al dibujo en portada de un torero– le caerán críticas que, seguro, sabrá lidiar. Es una familia a la que se le da bien saltarse el qué dirán.

Podrán responder a su impertinen­te “¿y qué puñetas era la Semana Santa?”, descubrirá­n que en la radio solo sonaba música sacra, en los cines repetían La Pasión de Cristo y “no podías ni gritar ni cantar, solo salir de casa para visitar monumentos (o sea, acudir a iglesias a observar imágenes cubiertas con crespones negros)”. Años después, cualquier Semana Santa andaluza le/nos parecía un espectácul­o arrebatado­r “y el más erótico del orbe”.

Las restriccio­nes no solo eran morales, también geográfica­s, como ahora (digo, por consolar), y relata Tusquets una anécdota ilustrativ­a. La norma que prohibía salir de la ciudad era tan estricta que, cuando su padre quiso ir a jugar al golf de Sant Cugat, la policía los detuvo en la Rabassada, exigiendo un justifican­te para tamaña e irreverent­e escapada de Barcelona, en día de tan piadosa reflexión. “Mi padre mostró su documentac­ión de médico y dijo que tenía una urgencia en Sant Cugat y no podía dejar a su hijito solo en casa”. Pasaron, claro.

No huyas al extranjero, quedarse no está tan mal. Si hubieras nacido hace unas décadas, te pasarías el día dando vueltas a un monumento.

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