Ernesto de Hannover suma una condena penal a sus muchos escándalos
Una condena de cárcel es el último episodio bochornoso del marido de Carolina de Mónaco
Ernesto de Hannover ha apelado la sentencia del Tribunal Regional de Wels que le condena a diez meses de cárcel condicional y le prohíbe residir durante tres años en su coto de caza en la Alta Austria, así como beber alcohol o acercarse a sus empleados, a los que amenazó en diferentes incidentes el pasado verano. No contento con eso, también atacó a la policía –incluso con un bate de béisbol– mientras estaba intoxicado con alcohol y medicamentos.
El marido de Carolina de Mónaco, que no vive con él desde hace una década, posee una larga lista de títulos nobiliarios, pero también otras distinciones oficiosas como “príncipe pendenciero”, “príncipe meón” –por orinar en la vía pública– o “príncipe de los paraguazos” –por arremeter de este modo contra las cámaras de televisión–.
La supuesta benevolencia que el jefe de la casa güelfa, de 67 años, recibe por parte de la justicia alemana parece que se le ha acabado en Austria, y se plantea que puede mudarse a Lamu, una preciosa isla de Kenia, en el Índico. Pero allí tampoco ha dejado un buen recuerdo. En el 2000 propinó una brutal paliza al dueño de una discoteca que alteraba la placidez vacacional de Ernesto y Carolina, que por entonces estaban recién casados.
El príncipe, por su parte, responsabiliza de su mal genio a su hijo mayor, Ernesto Augusto, del que ha llegado decir que fue quien pidió a sus empleados que le diesen alcohol para inducirlo a cometer los altercados. Padre e hijo llevan largo tiempo enfrentados, y el progenitor alega que se siente abandonado por su familia desde su operación de cáncer de cuello en el 2019, que “le ha pasado factura física y psicológica”, según sus abogados. Acusa también a su primogénito –que espera su tercer hijo con Ekaterina Malisheva– de “ingrato” y le exige que le devuelva el castillo de Marienburg y las propiedades que le donó como herencia en vida entre el 2004 y el 2007. El hijo donó Marienburg al estado de Baja Sajonia para liberar a las arcas familiares de su costoso mantenimiento. Tal vez este nuevo traspié del príncipe Ernesto sea la ocasión para pedir a los tribunales su inhabilitación.
El marido en la distancia de Carolina de Mónaco (se separaron en el 2009, pero siguen casados) sufre problemas de salud desde hace dos décadas, en parte derivados del abuso del alcohol. La primera vez que tuvo una indisposición fue en junio del 2000, tras la fiesta del día de Mónaco en la Exposición Universal de Hannover. Desde entonces, el jefe de la casa real más antigua de Alemania, biznieto del último káiser y primo de Isabel II de Inglaterra ha ido de mal en peor. En febrero del 2019 tuvo que ser operado por una inflamación del páncreas, que no era la primera. Meses antes fue trasladado de urgencia a un hospital de Lima durante la boda de su hijo Christian y Alessandra de Osma. Se alegó una intoxicación alimentaria. Hubiera colado, de no ser porque ya en la boda del entonces príncipe Felipe con Letizia (2004), Carolina tuvo que soportar el bochorno de acudir sola a la catedral de la Almudena mientras su marido dormía la mona. Un año después, Ernesto fue ingresado en Mónaco coincidiendo con la agonía y muerte de su suegro, el príncipe Rainiero.
Mientras el príncipe sigue en caída libre y tiene que portarse bien para no ir a la cárcel, Carolina ha reaparecido en una reunión del Centro Científico de Mónaco y Chanel para promover la conservación del coral rojo mediterráneo. Su alteza real lucía bella y serena, como siempre, y bastante ajena a los avatares de su irascible marido.
El príncipe sufre problemas legales y de salud desde hace dos décadas, en parte por el abuso del alcohol