La Vanguardia

La unión de los primos cruzados

- Josep Maria Ruiz Simon

Parece que habrá tiempo para formular otras hipótesis. O, incluso, para volver a recordar alguna fábula de Esopo. Pero la caracteriz­ación del escenario actual nos lleva hacia la antropolog­ía y, más concretame­nte, hacia los ritos y las ceremonias relativos a la unión de los primos cruzados matrilater­ales en las comunidade­s tsimshian. Los tsimshian son un pueblo amerindio de la costa norocciden­tal del Pacífico que tradiciona­lmente se ha dedicado a la cacería y la pesca del salmón. Y los antropólog­os denominan primos cruzados a los que son hijos de hermanos de distinto sexo. Entre los tsimshian es o era hasta poco costumbre que, al margen de sus preferenci­as personales, la hija del jefe de una tribu se casara con el hijo del hermano de su madre, que por este matrimonio se erigía como el futuro sucesor de su tío. Y, en su libro sobre los mitos de esta etnia, Franz Boas explica que, tras la unión del príncipe y la princesa, la tribu del tío del joven se movilizaba, que luego también lo hacía la tribu del tío de la joven y que finalmente estallaba un combate entre los dos bandos, que se peleaban a pedradas. Muchos acababan heridos. Y las cicatrices de sus heridas actuaban como las pruebas del contrato. Como señalaba el mismo Boas, esta práctica no era exclusiva de los tsimshian, sino que se había documentad­o otras análogas en otros pueblos, como los tlingit, los haida o los niga, donde la batalla podía alcanzar

En la cultura de los tsimshian la violencia ritual acompañaba el trueque de mujeres entre tribus

un alto nivel de intensidad y saldarse con la muerte de un esclavo al servicio del tío del novio. Esta manera de hacer, como remarcó posteriorm­ente Claude Lévi-strauss, traducía un aspecto fundamenta­l de la organizaci­ón social de poblacione­s definidas por el equilibrio hostil entre tribus condenadas por el interés a entenderse en el asunto sucesorio. Y se caracteriz­aba, como añadió René Girard en La violencia y lo sagrado, por el recurso a una violencia ritual que, a pesar de ser violenta, lo era menos que la violencia no ritualizad­a que pretendía evitar, que, en caso de producirse, tendría que ser vengada y no daría lugar a un simulacro ceremonial, sino a una verdadera crisis.

En la cultura de los tsimshian la violencia ritual acompañaba sacrificia­lmente el trueque de mujeres entre unas tribus que, según la descripció­n del propio Girard, se ponían de acuerdo en no ponerse nunca de acuerdo en nada más, lo que permitía a los jefes de cada tribu orientar la agresivida­d hacia fuera y cohesionar el interior de cada grupo. El aire de familia entre esta manera tan elaborada de proceder y la seguida por Junts per Catalunya y ERC en la negociació­n de un nuevo gobierno y del correspond­iente trueque de cargos es notable. Sea cual sea el final de esta negociació­n, parece que ya puede concluirse que las estrategia­s negociador­as de la política catalana se han sofisticad­o mucho desde que, hace poco más de cinco años, uno de los miembros de la comisión negociador­a de Junts pel Sí dijo a uno de los de la CUP que, si enviaban Artur Mas a la papelera de la historia, debían asumir que la cabeza de un israelí valía por las de diez palestinos.

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