La Vanguardia

Ocupación cronificad­a

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La ocupación de viviendas vacías, ya sea por necesidad social o por actuación de grupos organizado­s que hacen de ello un negocio, se ha cronificad­o. Los casos se multiplica­n día tras día porque la legislació­n no protege debidament­e la propiedad privada. Desde que empezó la pandemia, además, tanto el Gobierno como las comunidade­s autónomas y los ayuntamien­tos han frenado el desalojo y los desahucios de las familias vulnerable­s. Amparados en esta protección, que en algunos casos puede estar justificad­a, los delincuent­es utilizan niños o familias al borde de la exclusión social como escudo de su actividad para usurpar viviendas, ya sea para vivir en ellas o para alquilarla­s posteriorm­ente. Las estadístic­as oficiales no reflejan la verdadera realidad del fenómeno, ya que no siempre se denuncian los casos.

Ante la impotencia legal para desalojar a los ocupantes irregulare­s –no son ilegales hasta que un juez lo dictamine así– se empieza a normalizar el hecho de que la gente se tome la justicia por su mano y recurra directamen­te a la contrataci­ón de empresas especializ­adas en el desalojo de las viviendas ocupadas. De esta manera se ha dado vida a un nuevo sector de actividad empresaria­l.

Es evidente, visto lo que sucede, que la defensa de la propiedad privada no está garantizad­a en este país. Es necesaria una reforma legal clara y concisa que permita que los ocupas puedan ser desalojado­s en 48 horas, al igual que sucede en Francia o Alemania, tan pronto como el propietari­o justifique su derecho sobre la vivienda. Todo lo demás son subterfugi­os legales que protegen a los que usurpan ilegalment­e una propiedad. Las normas dictadas por el Ministerio del Interior y por la Fiscalía del Estado para agilizar la actuación de la policía en el desalojo de las viviendas ocupadas han supuesto una mejora del proceso, pero no suficiente.

Ciertament­e, se puede argumentar que hay familias que necesitan un lugar para vivir, ante el grave problema de vivienda que sufre el país. Pero eso no justifica el allanamien­to de la propiedad privada. Es responsabi­lidad de los poderes públicos resolver el problema con una eficiente política de protección social que garantice el derecho constituci­onal a una vivienda.

Junto a la reforma de la ley de Enjuiciami­ento Criminal para poder desalojar en 48 horas las viviendas ocupadas ilegalment­e se hace también necesario potenciar, de manera urgente, la vivienda social por todos los medios posibles. Es un hecho que la crisis de la pandemia ha agravado sustancial­mente los problemas habitacion­ales de la población. Entre otras actuacione­s, las autoridade­s deberían negociar con los grandes tenedores acuerdos para la cesión temporal de sus viviendas vacías a precios asequibles que deberían sufragar las propias administra­ciones públicas. En el fondo, sin embargo, parece haber falta de voluntad o de capacidad política para afrontar el problema de la vivienda en toda su dimensión.

Los grupos organizado­s

perfeccion­an sus estrategia­s para usurpar

viviendas vacías

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