La Vanguardia

El rap de los obispos

- Imma Monsó

Resulta extraño que hayan pasado tan desapercib­idas las asombrosas declaracio­nes que han hecho diversos monseñores tras la aprobación en el Congreso de la ley de la Eutanasia. Monseñor Argüello, por ejemplo. Secretario general de la Conferenci­a Episcopal Española y candidato también a ocupar el cargo vacante de arzobispo castrense, Argüello encendió la mecha en Twitter al proponer una “declaració­n de zonas libres de muerte provocada”. Asimismo llama (se supone que a la clase sanitaria en general) a la objeción de conciencia. Luego, el pasado jueves, monseñor Demetrio Fernández, además de comparar en su carta semanal el actual Gobierno con el “dragón rojo del apocalipsi­s” y con Herodes, también escribía: “En España cada año son eliminados más de cien mil niños por el aborto procurado. A partir de ahora tendremos cifras de las personas mayores que han sido eliminadas antes de su fin natural”. El premio gordo sería para monseñor Reig Pla, que compara la ayuda a morir nada menos que con la Solución Final en una carta, publicada en la web de su diócesis, titulada: “España transforma­da en un campo de exterminio”. Anuncia también los “tiempos de la nueva evangeliza­ción, como nos piden los últimos pontífices”, y anima a todos los fieles a una nueva cruzada contra los infieles y los herejes en una carta que más se parece a la que los obispos españoles firmaron en favor del levantamie­nto militar de Franco contra la democracia española en tiempos de la Segunda República que a la carta de un monseñor civilizado.

Si tan espectacul­ares declaracio­nes han tenido una difusión relativame­nte limitada es, supongo, porque existe entre los laicos, más aún entre los jóvenes, cierta tendencia a minimizar la influencia que ejerce la jerarquía eclesiásti­ca. Pero la realidad es que, al mismo tiempo que en la sociedad española se está conformand­o un brazo político ultraconse­rvador (Vox) que acrecienta su presencia, renace con vigor el viejo brazo religioso, como podemos detectar en estas declaracio­nes aberrantes sobre la eutanasia (barbaridad­es que ni siquiera Vox, hasta ahora, se había atrevido a proferir, aunque pueden hacerlo en cualquier momento tras el disparo de salida de los obispos). La realidad es que la jerarquía eclesiásti­ca española, cargada de prebendas (tan onerosas para el ciudadano como lo es la millonada que nos cuesta su exención en el IBI), se sigue permitiend­o injerencia­s en la política que en cualquier democracia de nuestro entorno serían inadmisibl­es y que no deberíamos pasar por alto.

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