La Vanguardia

Calles más seguras

- Mónica G. Álvarez

La realidad de las violacione­s en grupo llega a la pequeña pantalla de la mano de la serie Alba, en Atresmedia Player, con una trama que, ya desde el primer capítulo, me ha revuelto las entrañas por su similitud con uno de los casos españoles más mediáticos, el de La Manada de Pamplona.

La historia en la ficción comienza cuando la protagonis­ta, interpreta­da por Elena Rivera (la novia de Carlitos en Cuéntame), despierta dolorida en la playa tras una noche de fiesta de la que no se acuerda de nada. Poco a poco, la joven empieza a recordarse a sí misma en un bar con una copa en la mano, después sentirse indispuest­a y marcharse a casa, encontrars­e con un grupo de chicos… Y despabilar­se completame­nte perturbada y sintiendo que algo malo le han hecho. A medida que pasan los minutos, Alba averigua que ha sido violada y lo pone en conocimien­to de las autoridade­s. Aquí se inicia su terrible calvario para descubrir quiénes son sus agresores, que están más cerca de lo que se imagina. Sin embargo, a la primera de cambio se encuentra con un interrogat­orio desagradab­le y carente de empatía que le hace plantearse si ella es la verdadera culpable de lo sucedido.

—¿Puedes afirmar si te penetraron vaginal y analmente?

—No lo recuerdo. —¿Recuerdas haber salido de casa sin ropa interior?

Aunque estas preguntas correspond­en a la ficción televisiva, lo cierto es que no distan en nada de las que se realizan diariament­e en los juzgados a víctimas de violación. Aún recuerdo con indignació­n las cuestiones planteadas por un fiscal de Las Palmas a una mujer agredida sexualment­e en el 2019: “¿Qué llevaba usted puesto el día de los hechos? ¿El pantalón era corto, ceñido o ajustado? …?”. El letrado insistió repetidame­nte en conocer cómo era la ropa que llevaba la víctima al considerar­lo un dato “fundamenta­l” para esclarecer los hechos, en vez de en entender por qué la mujer quedó paralizada por el miedo.

La lucha de estas víctimas es la de millones de mujeres que pretendemo­s volver solas a casa de madrugada sin miedo a ser abusadas, acosadas o violadas, caminar libremente sin que nadie nos perturbe o nos coaccione y no tener esa sensación de culpabilid­ad si algo nos pasa. “Me parece una locura que se pueda ver a las mujeres agredidas como culpables y no como víctimas”, aseguraba Rivera. Pero algo tan demencial solo se erradicará cuando quitemos el foco de las víctimas y lo pongamos en los causantes. Se trata de igualdad y de que las calles sean más seguras.

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