La Vanguardia

Ojo con lo que pides a tu hijo

- Sergio Heredia

Cuenta Tiger Woods: “Cuando yo era niño, mi padre me insultaba; todo era ‘Hijo de puta’, ‘Pedazo de escoria...’”

Estoy leyendo Tiger Woods. Es una magnífica biografía del golfista. La han cofirmado Jeff Benedict y Armen Keteyian.

Aunque estoy disfrutand­o como un enano, algunas escenas me sacan de quicio. En múltiples pasajes, el libro penetra en el instinto asesino –así lo llaman– de Tiger Woods. Los autores interpreta­n que ese carácter se lo ha esculpido el padre, Earl.

Les ofrezco un párrafo, unas palabras de Tiger Woods:

“Cuando yo era un crío, mi padre soltaba un montón de tacos adrede mientras yo golpeaba pelotas. Lo hacía constantem­ente. Y también durante el swing. ‘Menuda mierda, Tiger’, decía a veces... Todo era ‘Hijo de puta’, ‘Pedazo de escoria’, ‘¿Qué se siente al ser un negrata?’... cosas de ese estilo”.

Al hablar de Tiger Woods, el libro describe a una leyenda del deporte, pero también a un ser asocial, incapaz de crear amistades, infiel, caprichoso y obsesivo. El producto de Earl Woods.

(...)

No es la primera vez que leo algo así. John Feinstein recordaba el caso Capriati. Nos contaba que Jennifer Capriati, estrella adolescent­e del tenis, las había pasado canutas a cuenta de su padre, Stefano: saturada de tenis, la adolescent­e sobrerreac­cionaría. Jennifer Capriati llegaría a pasar semanas en centros de desintoxic­ación, con cuadros depresivos.

¿Y qué me dicen de Open, la autobiogra­fía de Agassi? Ahí va un extracto:

“Mi padre decidió mucho antes de que yo naciera que yo sería jugador profesiona­l del tenis (...) Pienso en decirle que no quiero jugar al tenis. Pero no quiero disgustarl­o. No me atrevo. Cuando mi padre se enfada pasan cosas malas”.

La biografía, de 475 páginas, gira en torno a un eje: Agassi odia a su padre, ergo Agassi odia el tenis.

Y la culpa es del padre.

(...)

Tras un año encerrado, el deporte de base prepara la vuelta a escena.

Con él vienen los críos. De nuevo, nos asomaremos a campos de fútbol y pistas de baloncesto para contemplar las proezas de nuestros niños. Estoy preparado para aplaudirle­s, pero me inquieta aquello que viene detrás.

No estoy preparado –nunca lo estaré– para asistir a escenas vergonzant­es: padres que se desgañitan en las gradas e insultan al rival y al árbitro y que luego, en casa, cargan contra el pequeño.

No nos engañemos.

Tu hijo no va a ser Tiger Woods, ni Jennifer Capriati, ni Andre Agassi, prototipo de talentos de instinto asesino. Tu hijo te va a odiar a ti, al deporte, y a sí mismos. Y nadie les conocerá, así que a nadie les interesará su historia.

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