La Vanguardia

Walter Braga Netto

Ministro de Defensa de Brasil

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

El titular de Defensa brasileño, nombrado junto a la nueva cúpula militar en un intento del presidente Jair Bolsonaro de dirigir personalme­nte las fuerzas armadas, reivindicó el golpe de Estado que en 1964 dio paso a 21 años de dictadura.

El excapitán del Ejército Jair Bolsonaro logró la presidenci­a de Brasil gracias a un cóctel de mensajes antisistem­a y anticorrup­ción. También basó su discurso nacionalis­ta en la supuesta eficiencia y rigor de las fuerzas armadas y, al llegar al poder en el 2019, constituyó un auténtico Gobierno militar en democracia. Pero dos años después, los mandos militares han dicho basta antes de verse salpicados por la desastrosa y mortal gestión de la pandemia.

La destitució­n del ministro de Defensa, el general Fernando Azevedo, y de los jefes del Ejército, la Marina y el Aire es un hecho inédito en democracia y ha dejado al descubiert­o el pulso que Bolsonaro ha mantenido los últimos meses con la cúpula militar. El relevo de Azevedo se coló en la mayor remodelaci­ón de Gobierno de Bolsonaro –seis ministerio­s cambiaron el lunes de titular–, pero el malestar entre los tres comandante­s y su voluntad de renunciar como gesto de protesta abrieron una grave crisis.

Bolsonaro quiere controlar a la cúpula militar para que respalde sus controvert­idas decisiones políticas y negacionis­tas contra la pandemia, algo a lo que se habían venido oponiendo tanto los comandante­s salientes, como Azevedo, como el vicepresid­ente, Hamilton Mourão, un general en la reserva que acompañó en la fórmula electoral al líder ultraderec­hista para demostrar la implicació­n de las fuerzas armadas en su candidatur­a. Mourão se vio obligado a descartar esta semana que el malestar castrense pueda derivar en golpe de Estado.

Las fuerzas armadas quieren despegarse del presidente cuando la crisis sanitaria se recrudece y los sondeos para las elecciones del año que viene ya no le son tan favorables. Con casi 4.000 muertos, Brasil batió el miércoles un nuevo récord. La ocupación hospitalar­ia es del 95% y la vacunación apenas llega al 9% de la población, después de que el Gobierno fuera incapaz de negociar mayor acceso a los antídotos, en parte por la oposición inicial del mandatario a las vacunas chinas.

Bolsonaro fracasó en su intento de militariza­r la gestión de la pandemia y la semana pasada destituyó también al ministro de Salud, Eduardo Pazuello, un general experto en logística pero sin formación médica, sustituido por el cardiólogo Marcelo Queiroga.

Durante su mandato, Bolsonaro ha tratado sin éxito que la cúpula militar le apoye políticame­nte. Los comandante­s calificaro­n en off de “autoritari­o” al líder populista por el intento frustrado de que el Parlamento le otorgara poderes especiales para declarar el estado de excepción o de sitio. Así las fuerzas armadas podrían controlar el orden público y oponerse a los confinamie­ntos decretados por los gobernador­es opositores. “Tenemos dos enemigos: el virus y el desempleo”, insistió esta semana el presidente. “El hambre mata mucho más que el propio virus”, agregó. “Brasil tiepe ne que volver a trabajar”, reiteró.

Los jefes militares también rechazaron apoyar a Bolsonaro cuando el año pasado se manifestó frente al Congreso para pedir el cierre del legislativ­o. Casualment­e, el distanciam­iento con las fuerzas armadas coincide con el acercamien­to al centrão, los pequeños partidos derechista­s que han hecho del clientelis­mo su modo de superviven­cia.

Ante la irrupción del expresiden­te Lula da Silva, que podría articular al centroizqu­ierda si es candidato, Bolsonaro busca garantizar­se que no se le escapa ni un voto del centrodere­cha en unos comicios que se prevén polarizado­s. Con un 34%, Lula ya supera en los sondeos al líder ultraderec­hista, que cae en popularida­d pero aún cuenta con un 30% de apoyo irreductib­le.

Los tres nuevos comandante­s en jefe son considerad­os bolsonaris­tas. La cúpula castrense tomó posesión el miércoles ante el nuevo ministro de Defensa, el general Walter Braga Netto, hasta ahora ministro de la Casa Civil (Presidenci­a) y mano derecha de Bolsonaro. La jura coincidió con el aniversari­o del golde 1964 que implantó una dictadura de 21 años, que Braga Netto reivindicó con una carta de obligada lectura en los cuarteles donde llamó a “celebrar” el alzamiento.

Como respuesta, cinco presidenci­ables, incluido el primer ministro de Salud de Bolsonaro, Luis Henrique Mandetta, firmaron una misiva pidiendo unidad en defensa de la

El país alcanza un récord de casi 4.000 muertos mientras la ocupación hospitalar­ia llega al 95%

El ministro de Defensa celebra el aniversari­o del golpe y cinco presidenci­ables alertan contra el autoritari­smo

democracia. “Ejemplos no faltan para mostrarnos que el autoritari­smo puede emerger de las sombras, siempre que las sociedades se descuidan y silencian la defensa de los valores democrátic­os”, dijeron.

Aunque en algún momento fueron la mitad, ahora ocho de los 22 ministros de Brasil, más el vicepresid­ente, son militares o policías.

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 ?? ANTONIO LACERDA / EFE ?? Partidario­s de Bolsonaro celebrando el aniversari­o del golpe de Estado en la playa de Copacabana
ANTONIO LACERDA / EFE Partidario­s de Bolsonaro celebrando el aniversari­o del golpe de Estado en la playa de Copacabana

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