La Vanguardia

Sube el pulso ruso-ucraniano

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El único conflicto bélico activo actualment­e en Europa es el que tiene lugar en el este de Ucrania. Larvada pero no solucionad­a, la guerra que enfrenta a las milicias rebeldes prorrusas, apoyadas por Moscú, con el ejército ucraniano desde el año 2014 ha experiment­ado estos días una escalada con nuevos choques armados. El enfrentami­ento ha causado en siete años más de 13.000 muertos.

Un conflicto que tiene lugar en un tablero geoestraté­gico en el que interviene­n diversos jugadores. Mientras Estados Unidos, en especial tras la llegada de Biden a la Casa Blanca, apoya la soberanía e integridad territoria­l de Ucrania, líderes europeos como Macron y Merkel insisten en la necesidad de hacer cumplir los acuerdos de Minsk del 2015 como salida al conflicto. Esos acuerdos fijan la retirada de las armas pesadas de ambos lados en la zona en disputa, un alto el fuego y la autonomía para las regiones de Donetsk y Luhansk, cláusulas que hasta hoy ni Kíev ni Moscú han cumplido en su totalidad.

El presidente ruso, Vladímir Putin, culpa a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, de incumplir los pactos de Minsk y le exige que dialogue con las milicias separatist­as. Pero Zelenski se niega y exige hablar directamen­te con el Kremlin, al que considera padrino militar y político de los rebeldes. Moscú y Kíev se acusan mutuamente de la escalada bélica en el Donbass. Ucrania ha pedido a EE.UU. y a los países europeos aliados de Kíev un mayor esfuerzo para calmar la situación, es decir, que ejerzan mayor presión sobre Rusia, que no oculta su preocupaci­ón por el paulatino acercamien­to de Zelenski a la UE y a la OTAN.

El enésimo alto el fuego, pactado el pasado julio, se tambalea. Francia, Alemania, Rusia y Ucrania, integrante­s del llamado cuarteto de Normandía encargado de resolver el conflicto, no han logrado avance alguno. Europa y Estados Unidos vienen acusando a Rusia de bloquear cualquier solución al enfrentami­ento en el este de Ucrania. La progresiva inestabili­dad de esta zona no augura nada bueno para el futuro inmediato, con las partes encastilla­das en sus acusacione­s mutuas. La Organizaci­ón para la Seguridad y Cooperació­n en Europa (OSCE) no deja de registrar violacione­s del alto el fuego.

Aunque Rusia lo niegue, es evidente que las autoprocla­madas repúblicas de Donetsk y de Luhansk solo se sostienen por el apoyo militar y económico de Moscú ante el no reconocimi­ento por Occidente. Es el choque entre un Putin que se siente fuerte en el poder y que controla los tempos del conflicto sin ceder en nada esencial para Rusia, y un Zelenski que, pese a contar con el respaldo de Washington y de Bruselas, está sometido a una fuerte presión nacionalis­ta interna para no hacer concesione­s al Kremlin. En este marco, no solo la paz no se vislumbra factible a corto plazo sino que la escalada militar en la zona rebelde la aleja cada vez más y hace aumentar la polarizaci­ón entre Rusia y Occidente.

Moscú y Kíev se acusan

mutuamente de la escalada bélica que sufre

la región del Donbass

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