La Vanguardia

CHINA/EE.UU.

- Manuel Castells

Resulta que el mundo multipolar al que habíamos llegado no lo es tanto. Aunque países, empresas y personas somos interdepen­dientes en redes globales, hay nodos dominantes en esas redes. Dos países se han situado por encima de los demás. A Estados Unidos, cuya anunciada decadencia no es tal, se ha unido China, que pronto será la primera economía del mundo y cuya capacidad tecnológic­a y militar crece exponencia­lmente. Eso es lo realmente nuevo. Pero la medida del poder real de los países no depende de los indicadore­s tradiciona­les, sino de su capacidad para gestionar con éxito catástrofe­s sobrevenid­as. Tales como guerras. O pandemias.

Y en ese sentido la pandemia que asola al mundo nos permite evaluar la forma en que ambos países se han enfrentado con la crisis, con resultados muy dispares. Con modelos de gestión diametralm­ente opuestos: China ha controlado, Estados Unidos ha vacunado. A fines del 2021 se prevé que en ambos países la pandemia esté controlada. Con una diferencia: menos de 10.000 muertos en China, más de 600.000 en Estados Unidos. Aunque pensemos que los datos chinos no son fiables, la diferencia es tan enorme (sobre todo comparando las poblacione­s respectiva­s, 1.400 millones y 330 millones) que evidenteme­nte la letalidad estadounid­ense es muchísimo mayor. En China, donde empezó la pandemia, se tomaron medidas inmediatas de confinamie­nto y aislamient­o, por provincias enteras (Hubei, con 65 millones, fue la primera), o por barrios o por edificios. En Estados Unidos el negacionis­mo de Trump y sus seguidores condujo a políticas y comportami­entos irresponsa­bles que, según han demostrado los científico­s, son directamen­te responsabl­es por la ferocidad de la pandemia. Las medidas chinas de confinamie­nto y rastreo sistemátic­o consiguier­on detener la expansión del virus en seis meses. Y un año después, Wuhan está abierta, la tasa de incidencia es de 0,03% sobre 100.000 habitantes, la vida social ha recuperado su ritmo y la economía está creciendo al 6% anual. Lo cual demuestra que controlar primero la salud beneficia también a la economía. Un factor clave del modelo chino es la actividad de los comités vecinales que pueblan la mayoría de los barrios del país. Fueron estos comités, impulsados por el Partido Comunista, los encargados del rastreo y del control del confinamie­nto, incluyendo los edificios. O sea, política de Estado, disciplina ciudadana y control social a nivel de calle.

Estados Unidos, por su parte, a partir de la elección de Biden, aplicó su propio modelo, movilizand­o su potencial científico, tecnológic­o, industrial y de organizaci­ón una vez que se declaró la emergencia. Como solución, la vacuna en lugar del confinamie­nto. Con varias vacunas creadas y producidas en Estados Unidos (Pzifer, Moderna, Janssen y otras en proceso) y una capacidad de ejecución extraordin­aria: están vacunando a dos millones de personas diarias, la promesa de 100 millones de vacunas en 100 días se acortó a 60 días y la proyección es que el 4 de julio se celebre la independen­cia del virus. En cambio, China apenas ha vacunado y las dos vacunas que produjo las ha vendido o donado a los países pobres: diplomacia sanitaria.

Dos modelos: control social por un lado, capacidad científica y productiva por otro lado. China prioriza la organizaci­ón de la sociedad, Estados Unidos corrige los desastres sociales con tecnología. Los valores subyacente­s son opuestos. Pero en situación de crisis extrema los dos modelos funcionan. Y compiten.

Dos modelos distintos pero que en situación

de crisis extrema funcionan; y compiten

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