La Vanguardia

Un espía en palacio

Andrew Parker tiene que arreglar el lío de Enrique y Meghan antes de que el príncipe Carlos llegue al trono de Inglaterra

- Mariángel Alcázar

Cada cierto tiempo, los jefes de las casas reales de Europa se reunen para intercambi­ar experienci­as. Son las personas que organizan el funcionami­ento de las diferentes monarquías y, también, los que ejercen de intermedia­rio con los respectivo­s gobiernos. En esos encuentros, según confesión de un antiguo jefe de la Casa del Rey de España, en realidad lo que hacían era contarse las penas. Era la única ocasión en las que podían exponer los problemas a los que se enfrentaba­n cada día ante unos interlocut­ores que, como ellos, lidiaban no solo con los asuntos institucio­nales sino fundamenta­lmente con los familiares, que eran -y son- los que más les complican el trabajo.

Porque si en algo se diferencia­n las monarquías de las jefaturas de Estado electas es que al frente de las mismas no solo está un hombre o una mujer, también lo están unos padres, abuelos, tíos o cuñados. Los mayores quebradero­s de cabeza de los titulares de una corona siempre han sido provocados por sus familiares, pues no todos aceptan que los privilegio­s conllevan sacrificio­s.

La reina Isabel II de Inglaterra acaba de designar como jefe de su household Casa a Andrew Parker, ex director del M15 , los servicios secretos de la inteligenc­ia británica. El nombramien­to, aunque sigue con la tradición de asignar ese puesto a miembros de la aristocrac­ia británica, le da un perfil más profesiona­l. Parker es barón y miembro de la Cámara de los Lores, pero sobre todo es un alto funcionari­o del Estado . El suyo es un cargo ejecutivo y no hay que confundirl­o con el de lord gran chambelán que es un puesto honorífico que ejerce, desde el inicio del reinado de Isabel II, el titular del marquesado de Cholmondel­ey. Al frente del puesto está ahora David, el séptimo marqués de Cholmondel­ey, a cuya esposa Rose Hanbury

se le atribuyó un tonteo con el príncipe Guillermo, que hizo que

Kate Middleton la apartara de su círculo de amistades. En realidad,

Rose, hija de otra ilustre familia aristócrat­a, considerab­a a la actual duquesa de Cambridge una recién llegada que había usurpado a las ladys británicas la posibilida­d de emparentar con la familia real.

A Andrew Parker, el nuevo jefe de Buckingham, que comparte nombre con el exmarido de Camila Parker Bowles, le toca lidiar con el asunto Enrique y Meghan, y con los líos del príncipe Andrés, que ya son, y, sobre todo, preparar la transición en el trono y para eso le han llamado. No es que la reina

Isabel vaya a abdicar pero, dada su edad, sí es cierto que ya se están elaborando los planes para la sucesión en la persona de su hijo, Carlos, príncipe de Gales, y a Parker le tocará dejar el palacio de Buckingham limpio como una patena para ponerlo en manos del próximo rey de Inglaterra. Lo del príncipe Enrique tiene que estar resuelto antes de que su padre llegue al trono, porque no es lo mismo ser el nieto díscolo de la reina que el hijo rebelde del rey. En su condición de exjefe de los espías, Parker tiene en sus manos todos los datos acerca de las andanzas de los duques de Sussex, aunque en realidad las tonterías de la pareja, más que un peligro para la monarquía británica, son un enredo familiar.

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