Huevos de Pascua
El sábado santo pintábamos huevos duros, que el domingo de Pascua mis abuelos escondían entre las flores del jardín, para que mis hermanos y yo los buscáramos antes del desayuno. Es un juego muy parecido a la escritura, en el que descubres, ocultas en tu entorno, cosas que has tenido entre las manos. Y a la vez, vas colocando esos huevos de pascua para que otros los encuentren. Janowitz está lleno de huevos de pascua. Es la segunda novela de Macip Garzón, pseudónimo de Salvador Macip y Ricard Ruiz Garzón cuando escriben a cuatro manos. Macip vive en Leicester, donde es profesor y dirige un grupo de investigación en la universidad, y desde donde hace divulgación científica en diferentes medios; son habituales sus intervenciones sobre el coronavirus. Pero la pandemia no existía cuando empezaron la novela, aunque su planteamiento parece una metáfora premonitoria: ¿qué pasaría si la realidad dejara de ser la que era y de repente hubieran cambiado las reglas del juego?
Lo explican en el Youtube de la librería Gigamesh, dedicada a la literatura fantástica y de ciencia ficción, que el domingo –el mismo día del 80 aniversario de la muerte de Virginia Woolf– cumplió siete años en la calle Bailén. Desde allí acompañaba a los autores vía telemática Job Peró, editor de Obscura, que ha publicado Janowitz en castellano, y en otra ventana estaba Patrizia Campana, editora de Fanbooks, responsable de la versión en catalán. “Nos fascina el concepto del monstruo invisible, que puede ser más fuerte que tú, y no sabes cómo describir ni qué poderes tiene”, dice Macip. A lo que Ruiz añade: “La novela prefigura la sensación de estupor que tenemos con la pandemia, esa impresión de que nos han cambiado la realidad”. El libro tiene referencias literarias, cinematográficas, gamificadas y artísticas, y lo que les gustaría es que el lector sea partícipe y juegue con ellos. No quieren desvelar los secretos que contienen los nombres de los personajes y la estructura de la historia. Pero desde aquí aporto mi huevo de pascua, por si sirve de pista: pi.
El profesor, especialista en cómics y literatura popular Joan Manuel Soldevila también se plantea sus novelas a partir de los efectos que tendría una alteración de la realidad. Y en Autopista quiso saber qué podría provocar un elemento extraordinario en personajes aparentemente anodinos: ¿ese elemento convertiría a los personajes en algo fuera de lo común, o por el contrario, lo extraordinario pasaría a ser cotidiano? Publicada en Columna, la novela relata el viaje que una madre y sus tres hijos pequeños emprenden tras sufrir una tragedia. Lo que parece una excursión terapéutica para tomar distancia y reforzar vínculos es en realidad un proyecto más salvaje.
En la Documenta, con todas los asientos ocupados, lo acompaña Alfons González. El autor cuenta que cuando le comentó a un vecino suyo de Figueres que en Barcelona le presentaría el libro un amigo, su hija le corrigió enseguida: “no és un amic, és el teu amic”. Se conocen desde los años setenta y sabe cuánto hay de autobiográfico en la historia. “Que los asesinatos unen mucho en familia no lo digo por experiencia”, asegura Soldevila, quizá porque el acto está siendo retransmitido en Instagram. Quería hacer un homenaje a esos típicos viajes en coche en los que todos están juntos, encerrados y quietos durante horas sin perder los nervios, impensables cuando los hijos crecen. “Me gusta la idea de familia como núcleo blindado que se autoprotege; ¿qué reacciones puede tener cuando es agredida? Ya lo decía la escritora Belén Esteban: por mi hija mato”. Y así, como Quijote y Sancho (“que son como Thelma y Louise a la manchega en busca de la restitución de los valores de la Edad de Oro”), la familia de su novela protagoniza una road movie criminal.
Cuando se cumplen ochenta años de su muerte, la editorial Trampa publica Cartas a mujeres, de Virginia Woolf, con selección y prólogo de Nora Catelli. Además, Lumen recupera Una habitación ajena, el retrato que de ella hizo Alicia Giménez Bartlett en 1997, con una novela en la que imagina cómo serían los diarios de su sirvienta Nelly Boxall. Se puso en la piel de aquella mujer sin cultura, de otra nacionalidad y otra época, para dar voz a una confesión íntima a partir de la información que se tiene de la escritora británica.
Para ello se empapó de los ocho tomos de los diarios “tremendamente sinceros” de Woolf, en lo que se muestra divertida, mezquina y cruel con el servicio, al que abroncaba, o envidiosa de otras autoras, sin idealizarse para nada. Se lo cuenta a la librera de la madrileña Alberti, Lola Larumbe. Sigue la presentación desde Londres la editora María Fasce, que se ha ocupado de la revisión del libro. Pregunta en el chat del Instagram Live: “¿Woolf luchaba por los derechos de todas las mujeres o solo de las de su clase?”.
“A ella la clase baja le ponía nerviosísima, y lo decía tan tranquilamente”, responde Giménez Bartlett: “Los valores eran distintos a los de ahora, y Woolf no era consciente de que era políticamente incorrecta”. Añade que no sabe si la literatura se puede juzgar nunca. Si una época tiene claroscuros, mejor dejarlos al descubierto, como esos huevos de pascua encontrados. Y que cada uno saque sus conclusiones.