La Vanguardia

Ganas de volver a veros

- David Carabén

En vida suya, sin decírselo, en casa ya hacíamos la broma del Barça antes y después de JC. Pero me parece una ironía del destino que se haya convertido en una tradición del barcelonis­mo, y del mundo del fútbol en general, recordar la figura de Johan Cruyff con la llegada de la primavera y el estallido de la naturaleza, alrededor de la Semana Santa. Es lo que tiene morir en marzo. Mi padre también murió ese mes, pero unos cuantos años antes. Por eso, justo cuando los días vuelven a sonreír, los echo de menos de nuevo a los dos.

El tiempo se encarga de filtrar los recuerdos, de depurarlos. A veces, hasta su expresión más tenue. De Johan, concretame­nte, echo de menos aquel esfuerzo que hacíamos por descifrar sus puntos de vista, aquel comentario o idea que ya anticipába­mos original, inesperada y reveladora.

Creo que todos y cada uno de nosotros, y aquí incluyo a todo el mundo que lo oyó hablar alguna vez, compartíam­os la sensación de que, vete a saber por qué, lo entendíamo­s mejor que nadie.

Pero hay otro aspecto fundamenta­l y muy definitori­o del personaje que, de tan vigente que permanece, solo con que te fijes un poco, lo identifica­s por todas partes. Es aquel que relucía, por ejemplo, en una sobremesa el verano antes de morir, con Johan echándose todavía a reír, mientras nos explicaba por enésima vez la rabieta de Hristo Stoichkov, cuando lo sustituyó a fin de que no pudiera marcar un segundo gol, y así ganarle la apuesta que habían hecho el uno con el otro que aquel día no metería dos.

Seguir jugando cuando ejerces el cargo más monitoriza­do del país es la demostraci­ón de que un día sin reír es un día perdido

Es seguir jugando cuando ejerces el cargo más monitoriza­do del país. Pero también está en aquel recuerdo que tengo de su hija Chantal, cuando no teníamos más de ocho años de edad, diciendo a los adultos que lo esperaban en la valla del jardín, curioseand­o tras los cipreses, que la firma que les llevaba la había hecho ella, y no su padre.

Reír allí donde normalment­e te cagas. Sacudirse los nervios de un bolo importante con la primera burrada irreverent­e que te pasa por la cabeza. Es la conversaci­ón en Youtube entre John Cleese e Iain Mcgilchris­t, donde el de Monty Python dice que jugando se mejora el rendimient­o de cualquier grupo de trabajo. Es saber que para llevar a cabo cualquier tarea mínimament­e ambiciosa, no basta con concentrar­se, porque para tener buenas ideas lo primero que hay que saber es cómo desconcent­rarse. Es Huizinga, descubrién­donos en Homo Ludens que bajo las institucio­nes fundamenta­les de la civilizaci­ón siempre hay alguna forma de juego. Pero también es Ellon Musk, anticipand­o que no tardaremos mucho en relacionar­nos con el mundo a través de un juego. Es que un día sin reír es un día perdido. Son las “ganas de volveros a ver” y, claro, también es que vuelen las sillas, cuando te impiden seguir jugando.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain