La Vanguardia

Dos estrategia­s: Biden y Trump

- Josep Oliver Alonso

Los que contemplam­os con escepticis­mo la capacidad de las elites políticas y económicas para reconocer los problemas y corregirse, debemos reconocer que algo se mueve. Ya constatamo­s algo de eso con los estímulos de la UE y la emisión de deuda común para afrontar la covid. Ahora, quien somete al test del ácido esta visión es Joe Biden y sus programas fiscales. El primero (1,9 billones de dólares) es coyuntural: afrontar la poscovid; el segundo (3 billones de dólares) apunta a cambios más sustantivo­s la próxima década: 2 billones, avanzados el miércoles en Pittsburgh, irían dirigidos a mejorar las infraestru­cturas (energía, inteligenc­ia artificial, biotecnolo­gía, sectores estratégic­os) para elevar la competitiv­idad y productivi­dad americanas. El billón restante pretende nada menos que la erradicaci­ón de la pobreza infantil, haciendo permanente­s partes del programa de rescate ya aprobado hace pocas semanas, y mejoras en sanidad y educación.

El paquete sorprende por su ambición en gasto y, en particular, en financiaci­ón. Para las grandes empresas, aumentos en el impuesto de sociedades (del 21% al 28%), mínimos de tributació­n por ingresos mundiales o cierre de resquicios off-shore de reducción de la carga fiscal; para los contribuye­ntes más ricos, impuestos más elevados sobre las rentas

El presidente de e e. u u. parece haber comprendid­o que pobreza y desigualda­d deben abordarse con grandes pactos sociales

del trabajo y, también y no es menor, de las del capital. Cierto que su aprobación debe pasar la reválida del Senado. Y, aunque puede superarla incluso sin acuerdo bipartisan­o, no será fácil: esos aumentos fiscales van a encontrar oposición feroz de los republican­os.

Si al final la administra­ción Biden se sale con la suya, quizás sea cierta esa creciente percepción de radical cambio tranquilo de Biden hacia una sociedad más justa y competitiv­a, en línea con la Great Society de Johnson o, incluso, con el New Deal de Roosevelt. Habrá que verlo, porque la oposición republican­a, y de sectores demócratas, y el nerviosism­o estos días de los mercados (con los bonos a 10 años en el 1,77% anticipand­o riesgos inflaciona­rios) no se lo van a poner fácil.

En todo caso, la administra­ción Biden parece haber comprendid­o que las elites occidental­es, si quieren mantener el sistema liberal del capitalism­o, necesitan articular profundos cambios. Y que Trump representa algo más que la caricatura que se ha querido destacar en Europa: expresa una parte no menor del profundo descontent­o y desencanto de sectores muy amplios, que van quedándose atrás en sus expectativ­as de mejora. Para ellos y para sus descendien­tes.

Para afrontar los formidable­s retos de la globalizac­ión, el cambio técnico y el envejecimi­ento, y el populismo que generan, no queda mucho tiempo. La pobreza, la desigualda­d y la falta de esperanza solo pueden abordarse con el reverdecim­iento de aquellas políticas de grandes pactos sociales que tan exitosas fueron hace medio siglo. Biden parece haber comprendid­o estas urgencias. Y para abordarlas, ha cogido parte del testigo de Bernie Sanders.

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