La Vanguardia

Hecho a mano

- Fèlix Riera

Gran parte de los oficios artesanos y especializ­ados se están perdiendo

Uno de los atributos que más se valoran a la hora de decidir adquirir ropa, muebles u objetos para el hogar es que estén hechos a mano. Es más sugerente una pieza cerámica hecha a mano, que confiere al objeto una singularid­ad propia del proceso artesanal, que las fabricadas en serie, un sistema que despersona­liza la pieza, al ser todas exactament­e iguales. Preferimos una camiseta de algodón 100% que indica en la etiqueta estar hecha a mano que otra que no lleve etiqueta acreditati­va. La valoración positiva de lo hecho a mano choca con una realidad alarmante: gran parte de los oficios artesanos y especializ­ados, como ebanistas, carpintero­s, zapateros, electricis­tas y metalistas, se están perdiendo.

En la avenida Diagonal con Roger de Llúria se encuentra uno de los mejores artesanos, Calzados Peral, que realiza magníficos zapatos hechos a medida. Probableme­nte, dentro de unos meses desaparece­rá al no encontrar ninguna persona que pueda seguir el negocio. Cuando cierre en julio, Barcelona no solo perderá una excelente tienda de zapatos, sino que perderá, en cierta media, la verdadera noción de lo que significa que alguien realice nuestros zapatos con sus propias manos.

El filósofo alemán Martin Heidegger indicaba que deberíamos pensar con las manos y exponía el peligro de desaparece­r que corre toda actividad humana hecha a mano, como es la poesía. Advertía que la mano está en peligro. La dimensión filosófica que Heidegger le da a la mano permite subrayar el riesgo que corre una sociedad que valora la publicidad engañosa de lo “hecho a mano” mientras da la espalda e ignora el valor del artesano de oficio.

Mientras nos fascina la irrupción del robot en nuestros hogares nos olvidamos de hacer afilar nuestros cuchillos de cocina por el afilador. Nos consume la excitación de fotografia­rnos, pero no somos consciente­s de que un pintor puede hacer nuestro mejor retrato, donde quede atrapado algo del espíritu de nuestro tiempo. Nos gusta cambiar cada año de zapatos, sin considerar que se puede cambiar las suelas de aquellos con los que tanto hemos caminado. Hemos dejado de escribir con pluma para hacerlo en un ordenador o con el móvil, por comodidad, pero sin advertir que las letras trazadas con plumilla transmiten emoción y singularid­ad. La mano que toca los libros no es la misma que la que toca dispositiv­os electrónic­os, como la mano que acaricia no es la misma que se desliza por una pantalla. Reivindica­r lo hecho a mano debe pasar de ser una tendencia de moda a ser un imperativo para nuestra sociedad.

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