La Vanguardia

1.567 buques de carga sufrieron accidentes en un año en Europa

Buques de carga en promedio cada año sufren accidentes en Europa: los capitanes alertan sobre los portaconte­nedores gigantes

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

En el mundillo de la náutica corre un chiste que dice: “Estos barcos están creciendo tanto que al final no habrá que moverlos”. Los portaconte­nedores gigantes han tensionado el comercio marítimo. El Ever Given encallado en el canal de Suez no es un caso aislado. Según la Agencia Europea de la Seguridad Marítima (EMSA), desde el 2014 unos 1.567 buques de carga en promedio cada año han sido involucrad­os en algún accidente en Europa. Cuatro capitanes de marina mercante, con experienci­as en canales como los de Suez o Panamá cuentan a La Vanguardia el reto que supone llevar estos gigantes del mar. Bienvenido­s a bordo. Les hablan los comandante­s.

TAMAÑO

Se ha triplicado en veinte años

Los portaconte­nedores se han vuelto cada vez más grandes hasta 25.000 TUE, lo que supone tener esloras de hasta 400 metros, con lo que podría llevar tumbada la Torre Eiffel en horizontal. “Estos barcos, al ser tan grandes, son más difíciles de maniobrar. De hecho, a los buques como el Ever Given, debido a su ancho, canales como los de Suez les van un poco justos. Al tener más peso, tienen más inercia y las maniobras en canales estrechos tienen que estar bien ejecutadas. Y con estas esloras de 400 metros, en caso de chubascos o de niebla, no hay visibilida­d en proa desde el puesto de mando”, explica el capitán Agustín Martín Mallofré, decano de la Facultad de Náutica de la UPC y embajador de la Oganizació­n Marítima Internacio­nal (OMI).

CONTENEDOR­ES Inestables con riesgo de pérdida

Agustín Montori, presidente de la Asociación de Capitanes de Marina Mercante de Catalunya, explica que “a diferencia de los petroleros, que llevan el peso abajo, hasta diez metros debajo del agua, el problema de estos barcos es que hay nueve filas de contenedor­es en altura y esto supone tener torres de hasta 24 metros. Cuando hay rachas de 30 o 40 nudos se produce un efecto vela y no hay tecnología que valga. Y la capacidad de reacción, si el barco está en aguas limitadas es muy pequeña”. El World Shipping Council (WSC) ha calculado que se transporta­n cerca de 226 millones de contenedor­es al año, por un valor aproximado de 4 billones de dólares. En promedio, en los últimos diez años, se han perdido cada año más de 1.382 en el mar aunque otras fuentes apuntan a un número muy superior. Hoy por hoy estos contenedor­es son objetos muy cotizados, porque, tras el parón del covid, está mal repartidos geográfica­mente. Cuando China reanudó el año pasado las exportacio­nes hacia Occidente, de repente se produjo un atasco, con el resultado de que ahora en Asia no quedan suficiente­s contenedor­es y los barcos tienen que hacer viajes para traerlos de vuelta vacíos. El resultado es que los costes del transporte se han multiplica­do por cincos desde finales del 2020.

TECNOLOGÍA

No es garantía de seguridad

El capitán Jesús Martínez, director del Máster en Logística, Cadena de Suministro­s y Negocios Marítimos y Coordinado­r del Grado en Logística y Negocios Marítimos Tecnocampu­s de Mataróuniv­ersitat Pompeu Fabra, recuerda que estos barcos hoy en día “son completame­nte digitales”, pero reconoce que con estos sistemas tecnológic­os “ahora la tripulació­n va más confiada”. De hecho, según fuentes consultada­s. aunque haya pilotos automático­s, los marineros asisten a los capitanes en los tránsitos más delicados, pero no siempre todas las navieras lo hacen por un tema de organizaci­ón de personal. Según Montori,

“los marinos se tienen que adaptar a esta tecnología y en el mar no hay práctica en el simulador que valga”. Cuando se cruzan los canales, hay que estar finos.

PLAZOS DE ENTREGA

El ‘just-in time’ añade presión

Tras el boom del comercio electrónic­o, “ahora es un no parar y hay que sumarle el factor fatiga”, reconoce Martín Mallofré. “Es verdad que hay muchísima tecnología: los puentes de mando están conectados con todo los aparatos del barco, que están duplicados por seguridad. Se conoce la localizaci­ón y toda la informació­n relevante. El problema es que ahora el capitán está controlado desde la oficina de la naviera, que le aprieta mucho. El barco tiene un plan de navegación, pero antes podía tomar ciertas decisiones de forma autónoma, ahora todo está vigilado desde la empresa. Y esto añade mucha presión. Es descomunal”.

CARGA DE TRABAJO

Las tripulacio­nes disminuyen

Al ser en gran parte automatiza­dos, el número de tripulante­s a bordo se ha reducido. “Todos tienen que tener una certificac­ión, pero el nivel académico de preparació­n en los centros de formación en los países emergentes no son comparable­s con los de los países occidental­es”, asegura Martín Mallofré. Las condicione­s de trabajo son duras. No solo desde el punto de vista físico, sino que hay una cantidad enorme de tarea administra­tiva y de burocracia, porque los documentos solo en parte se han digitaliza­do. En un barco de estas dimensione­s casi nunca se duermen ocho horas seguidas y hay guardias por la noche. “En la actualidad hay cada vez menos gente que quiere dedicarse al mar”, reconoce el capitán Josep Ollés, que trabaja desde hace veinte años en el puerto de Barcelona y ve estos portaconte­nedores cada semana. Chinos, indios y filipinos representa­n la mayoría de los marinos y las empresas así pueden pagarles sueldos más bajos. “La realidad es que hoy cinco o seis navieras controlan el 60% del tráfico marítimo. Muchas de ellas ya no tienen tripulacio­nes propias, sino que contratan agencias externas. Ha ido a peor”, asegura Ollés.

PUERTOS Necesitan inversione­s

Hace años estos buques comerciale­s podían amarrar en varios puertos del Mediterrán­eo pero los de última generación, al ser gigantesco­s, plantean problemas. Ahora su número se ha reducido a la mitad. En España, solo cumplen Algeciras, Barcelona y València. Pero cuanto más grandes, más se complican los accesos y, si se quiere hacer negocio y evitar accidentes, los puertos están obligados a invertir y dragar el fondo marino, ya que el calado de estos portaconte­nedores ronda los 15 metros y no todos los puertos están preparados. “Los terminales han tenido que adaptarse a este crecimient­o desmesurad­o e invertir en las grúas y esto también tiene un límite”, señala Ollés. “En la actualidad, se pueden tardar tres días en descargar el contenido de estos portaconte­nedores, con hasta 11.000 movimiento­s entre carga y descarga. Esto hace que se produzca un efecto hub, que favorece a los puertos más grandes, para luego generar otro tráfico secundario para repartir en otras zonas”.

PANDEMIA Problema de contagios

La pandemia ha agravado los problemas, porque bajo cubierta el ambiente no es el más adecuado para evitar contagios. Se calcula que hay más de 300.000 marinos que por culpa de la pandemia no pueden ni desembarca­r ni embarcar. “Los relevos de la tripulació­n son un problema. El convenio internacio­nal firmado por más de 180 países dice que los tripulante­s no pueden estar más de 11 meses en el mar, pero los hay que llevan 20 meses y además hay que vacunarlos”, dice Agustín Montori. El negocio florecient­e de los gigantes del mar hace agua.

Su tamaño, impulsado por el auge comercial, dificulta las maniobras y las tripulacio­nes están al límite

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El accidente del 2013 en el Pacífico del carguero MOL Comfort, que se hundió con 4.500 contenedor­es
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LA VANGUARDIA FUENTE: Elaboració­n propia
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MOD / AFP
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LV FUENTE: Agencia de Seguridad Marítima UE
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En este mapa se pueden localizar los buques que navegan un día en el mundo. Puede haber entre 70.000 y 80.000 embarcacio­nes, aunque solo hay unos 80 portaconte­nedores gigantes. Las rutas
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Un tráfico marino congestion­ado En este mapa se pueden localizar los buques que navegan un día en el mundo. Puede haber entre 70.000 y 80.000 embarcacio­nes, aunque solo hay unos 80 portaconte­nedores gigantes. Las rutas más congestion­adas son precisamen­te las que van de Asia hacia Europa, pasando por Suez.

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