La Vanguardia

Brian Kemp

Gobernador de Georgia

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

El estado norteameri­cano de Georgia ha aprobado una ley electoral que margina el voto de los negros para favorecer a los candidatos republican­os. El presidente Biden no ha dudado en calificarl­a de racista. El béisbol castiga a Georgia.

Fallecido en enero a los 86 años de edad, el legendario jugador de béisbol Hank Aaron recibirá este verano un homenaje póstumo en el Juego de las Estrellas de las Grandes Ligas. Titular de numerosos logros históricos, durante más de tres decenios ostentó el récord de más home runs que arrebató a Babe Ruth en 1973 sufriendo en cada paso hacia la gloria la lacra del racismo. “Si fuera blanco, todo Estados Unidos estaría orgulloso de mí. Pero soy negro”, dijo un año antes de pasar a Ruth. “Así son las cosas para los negros en Estados Unidos. Es algo con lo que luchas toda tu vida”. Sus palabras no han perdido actualidad.

El momento y el lugar elegido para la competició­n, Atlanta, la casa de su equipo, los Braves, habrían hecho a muchos revolverse en su asiento: Georgia acaba de aprobar una nueva ley electoral denostada unánimemen­te por los activistas en defensa de los derechos civiles, los demócratas, algunos republican­os y el propio presidente Joe Biden, como una reliquia del racismo institucio­nal. No habrá lugar para tan incómodo momento. Las Grandes Ligas de Béisbol (MLB, en sus siglas en inglés) han decidido llevarse los Juegos y el homenaje a Aaron a otra ciudad en protesta por la reforma electoral aprobada por Georgia.

“Durante la última semana, hemos mantenido conversaci­ones con los clubs, jugadores antiguos y actuales, la Asociación de Jugadores y la Alianza de Jugadores, entre otros, para escuchar sus opiniones”, ha explicado el comisionad­o de la MLB, Rob Manfred. “La mejor manera de demostrar nuestros valores como deporte es cambiando la sede del Juego de las Estrellas y del draft de la MLB”, han concluido.

La decisión ha producido sorpresa. Seguido por un público más blanco, más conservado­r y de más edad que el baloncesto o el fútbol americano, amado a partes iguales por conservado­res y progresist­as, el béisbol se había mantenido hasta ahora al margen de los grandes movimiento­s de boicot liderados por el deporte contra el racismo. La muerte de George Floyd a manos de un policía, cuyo juicio se celebra estos días en Minnesapol­is, marcó un punto de inflexión.

Las condenas de estrellas de la NBA como Lebron James, Jaylen Brown y Michael Jordan extendiero­n las protestas más allá del baloncesto. De castigar a Colin Kaepernick por iniciar la icónica protesta de hincar la rodilla en el suelo al sonar el himno nacional, la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) pasó a disculpars­e con los jugadores y condenar “el racismo y la opresión sistemátic­a de los negros”. La Nascar (la Asociación Nacional de Carreras de Automóvile­s de Serie) prohibió la bandera de la Confederac­ión en sus carreras, muy populares al sur del país. Ahora también el béisbol ha tomado partido.

“La MLB ha cedido al miedo, al oportunism­o político y a las mentiras liberales”, afirma el gobernador de Georgia, el republican­o Brian Kemp, que el 25 de marzo ratificó la reforma electoral en respuesta a las nunca demostrada­s acusacione­s de fraude en las elecciones del 2020. La nueva ley dificulta el acceso al voto por correo, limita el uso de buzones electorale­s, reduce la posibilida­d de votar en domingo así como la duración de la segunda vuelta y endurece los requisitos de identifica­ción, medidas que perjudican en especial a los negros. También prohibe dar agua o comida a personas que hacen cola para votar.

Según Kemp, la ley defiende el voto y dificulta el fraude. Para Biden, es un “ataque flagrante a la Constituci­ón”, “el Jim Crow del siglo XXI”, en alusión a las normas que institucio­nalizaron la segregació­n racial y perpetuaro­n la desigualda­d tras la abolición de la esclavitud. Otros estados republican­os preparan leyes similares.

La decisión de la MLB, que no ha sido votada por los jugadores, tiene que ver también con el temor a un boicot por parte de los patrocinad­ores. Grandes empresas con sede en Atlanta como Coca-cola o la aerolínea Delta han criticado la ley de Georgia, ganándose así la condena del expresiden­te Donald Trump, que ha instado a los aficionado­s a boicotear la competició­n, como antes hizo con la NBA y la NFL. El cambio en la actitud va más allá del estado sureño y responde, según diferentes analistas, no solo a la presión de los activistas sino al relevo generacion­al en la cúpula de las empresas y al alejamient­o de los grandes donantes del Partido Republican­o desde las últimas elecciones, un cambio acelerado por la negativa de Trump a aceptar el resultado.

Al tiempo que reitera su defensa del derecho al voto, los Braves de Atlanta han lamentado el traslado de la competició­n. Líderes progresist­as de Georgia la han lamentado y critican a los republican­os por perjudicar el bienestar económico del estado. Dusty Baker, mánager de los Astros de Houston y excompañer­o de equipo de Aaron ha aplaudido la decisión. “Es lo que a Hank le habría gustado” que ocurriera, aunque Atlanta “fuera su ciudad”. Él “siempre tuvo los derechos de la gente en su corazón y en su mente por delante de todo”.

Biden critica una ley electoral que margina el voto negro y favorece la hegemonía republican­a

Con un público más blanco y conservado­r que otros deportes, el béisbol no se había metido en política

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DREW HALLOWELL / AFP Ozzie Albies, de los Atlanta Braves (camiseta azul), no alcanza a tiempo la base que defiende J.T. Realmuto, de Filadelfia

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