La Vanguardia

El precio de la independen­cia

La sociedad groenlande­sa está dividida ante un gran proyecto minero que alienta China y preocupa a EE.UU.

- NÚRIA VILA

Este 2021 se cumplen 300 años desde que el misionero luterano Hans Egede puso los pies en Groenlandi­a por primera vez. Era 1721 cuando el clérigo dano-noruego estableció una misión para cristianiz­ar a los inuit, el pueblo indígena de esta región ártica, y un monopolio comercial para financiarl­a.

Marcaba así el inicio de la era colonial de la isla más grande del mundo. Tres siglos después, Groenlandi­a sigue formando parte de Dinamarca, pero con un gobierno autónomo, pleno derecho a la autodeterm­inación y anhelos de independen­cia.

Sin embargo, hay una pieza clave para que la independen­cia sea posible: la autosufici­encia económica, que de momento está muy lejos de ser una realidad. Groenlandi­a depende casi exclusivam­ente de dos únicas fuentes de ingresos: la pesca, que representa más del 90% de las exportacio­nes, y la subvención anual de Dinamarca, de más de 500 millones de euros, casi la mitad del presupuest­o público.

Así, la isla se ve obligada a mantener los vínculos con Copenhague, que custodia las competenci­as en seguridad y política exterior. Pero desde el 2009, cuando el Parlamento danés aprobó la ley de autonomía de Groenlandi­a, el Gobierno de Nuuk tiene pleno control sobre áreas estratégic­as como sus recursos naturales, claves para el desarrollo de los dos futuros motores de crecimient­o: la minería y el turismo. El calentamie­nto global supone, a su vez, una amenaza y una oportunida­d para esta remota isla de 56.000 habitantes. El deshielo está abriendo rutas marítimas otrora congeladas y facilitand­o el acceso a los valiosos minerales que atesora su subsuelo.

Groenlandi­a acumula los mayores yacimiento­s sin explotar de tierras raras, un grupo de 17 elementos cruciales para el desarrollo de energías verdes, productos electrónic­os y armamento militar. Entre los groenlande­ses no son pocos los que ven en estos tesoros enterrados la clave para avanzar hacia la independen­cia. Aunque tampoco los que alertan de que el precio a pagar sería demasiado alto, sobre todo por el impacto medioambie­ntal de su explotació­n y por los posibles perjuicios para el desarrollo del turismo.

La importanci­a geoestraté­gica de los minerales de Groenlandi­a se ha incrementa­do extraordin­ariamente en las últimas décadas, especialme­nte desde que China se ha erigido como líder mundial incontesta­ble en la extracción y procesamie­nto de tierras raras. El gigante asiático controla más del 80% del suministro global de estos elementos, lo que preocupa a los países occidental­es, especialme­nte a Estados Unidos, por el temor a un posible freno en las exportacio­nes. “La creciente competenci­a de Estados Unidos con China hace que los recursos naturales de Groenlandi­a se hayan vuelto muy importante­s, porque tienen el potencial de ser una fuente alternativ­a”, explica Kristian Søby Kristensen, politólogo de la Universida­d de Copenhague experto en seguridad y geoestrate­gia del Ártico.

En los últimos meses, el debate sobre el papel que debe interpreta­r la minería en el desarrollo económico de Groenlandi­a se ha

intensific­ado. Actualment­e, hay activas 70 licencias de exploració­n minera en la isla. Pero la controvers­ia se focaliza en un proyecto concreto, el del yacimiento de Kuannersui­t (Kvanefjeld en danés), que podría llegar a convertirs­e en la segunda mina más grande del mundo de tierras raras. Y también de uranio. Y es aquí donde radica la polémica.

“Creemos que es demasiado peligroso y contaminan­te. No podemos permitir que nuestra tierra se destruya de esta forma”, argumenta Mariane Paviasen, diputada por el partido Inuit Ataqtigiit, contrario a la explotació­n de Kuannersui­t. Paviasen vive en Narsaq, la localidad más próxima al yacimiento, y también es miembro de Urani? Naamik (¿Uranio? No gracias), una organizaci­ón que nació en el 2013, cuando el Parlamento groenlandé­s derogó la prohibició­n de explotar el uranio de sus tierras, distancián­dose de la política de tolerancia cero de Dinamarca con respecto a la energía nuclear.

“Hay dos visiones de desarrollo totalmente distintas. Una que quiere preservar la tradición inuit y la otra, más progresiva, que plantea que hay que proteger la tradición pero que también se necesita el dinero y, por tanto, hay que hacer sacrificio­s”, expone Javier Arnaut, economista de la Universida­d de Nuuk experto en desarrollo económico del Ártico.

La empresa australian­a Greenland Minerals, cuyo principal accionista es la china Shenghe Resources, tiene desde el 2007 una licencia para explorar el yacimiento de Kuannersui­t y, tras varios intentos fallidos, a finales del año pasado consiguió el visto bueno a su informe de impacto ambiental. Este trámite dio inicio al periodo de audiencia pública, que se prolongará hasta junio y que supone el último paso antes de poder expedir la licencia de explotació­n.

Las presiones de las comunidade­s locales y la polémica sobre el futuro de la mina han escalado hasta el punto de tumbar al Gobierno de Nuuk y forzar unas elecciones anticipada­s, que se celebrarán el próximo martes y que se plantean casi como un plebiscito. “Son unas elecciones sobre la mina”, afirma Trine Juncher Jørgensen, periodista del periódico groenlandé­s Sermitsiaq.

El partido socialdemó­crata Siumut, hasta ahora al frente del Ejecutivo, está oficialmen­te a favor del proyecto, aunque en los últimos meses varios de sus miembros se han mostrado más escépticos y han planteado ciertas reservas, lo que ha provocado que su socio minoritari­o le retirara la confianza. Las encuestas muestran una ventaja a favor del Inuit Ataqtigiit, que ha prometido parar el proyecto en caso de gobernar. “Creo que podrían ganar y juntarse con otros partidos contrarios a la mina”, señala Jørgensen, que alerta de que la paralizaci­ón de Kuannersui­t podría conllevar consecuenc­ias, tanto a nivel de posibles indemnizac­iones como de seguridad jurídica de cara a otros proyectos en fase explorator­ia. Paviasen, sin embargo, asegura que Greenland Minerals no puede pedir compensaci­ones por lo invertido hasta el momento, y resalta que su partido no es contrario a la minería en general, sino a la extracción de uranio.

El principal argumento esgrimido por los opositores es el medioambie­ntal, pero Kuannersui­t plantea también ciertas inquietude­s desde el punto de vista geopolític­o por la presencia de capital chino. “Existe la preocupaci­ón, en Estados Unidos y Dinamarca, de que la mina sea una oportunida­d de comprar influencia política en Groenlandi­a, de que pueda servir como una vía de entrada para el interés político chino”, explica Kristian Søby Kristensen, que señala también las posibles implicacio­nes en seguridad debido a la extracción de uranio.

Por el contrario, los partidario­s lo ensalzan como una vía para avanzar hacia la independen­cia, teniendo en cuenta que puede ser el mayor proyecto minero de la isla. Greenland Minerals asegura que las operacione­s de Kuannersui­t generarían unos 240 millones de dólares anuales para las arcas públicas groenlande­sas, lo que supondría aproximada­mente un tercio del valor del subsidio anual de Dinamarca, aunque algunos analistas consideran que la cifra es excesivame­nte optimista.

En lo que coinciden los expertos es en que la autosufici­encia de Groenlandi­a no llegará solo de la minería, y mucho menos de un único proyecto, por enorme que sea. Según Torben Andersen, presidente del Consejo Económico de Groenlandi­a, sería erróneo depositar todas las esperanzas en Kuannersui­t. “Evidenteme­nte, hay un elemento de esperanza, porque supondría una señal fuerte de que la expansión minera es una vía realista, pero hay muchos requerimie­ntos antes de que esto se traduzca en una mejora real de la situación económica”, afirma, y señala que Groenlandi­a tiene importante­s problemas de infraestru­cturas y, sobre todo, de formación. “La mayor limitación para avanzar hacia una economía más autosufici­ente es el bajo nivel de educación. Hay que poder garantizar buenos trabajos y salarios dignos para la población; no solo tener una mina y que todos los empleados y expertos vengan de fuera y se vayan al día siguiente de terminar”. A su juicio, sería mejor empezar con varios proyectos pequeños para poder irse desarrolla­ndo, y “no pensar que una mina enorme resolverá todos los problemas”. “Esto no ocurrirá”, avisa.

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EMIL HELMS / AFP Herencia colonial Hedede, el misionero luterano, sobre la ciudad de Nuuk
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Campaña. El partido Inuit Ataqatigii­t sirve sopa y café en el centro de Nuuk
Identidad. El edificio del Parlamento de Groenlandi­a es el más alto de Nuuk
RITZAU SCANPIX / REUTERS La espera. Un groenlandé­s espera el autobús rodeado de propaganda Campaña. El partido Inuit Ataqatigii­t sirve sopa y café en el centro de Nuuk Identidad. El edificio del Parlamento de Groenlandi­a es el más alto de Nuuk
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CHRISTIAN KLINDT SOELBECK / EFE

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