La Vanguardia

Atrapados en la retórica y el inmovilism­o

En Madrid se libra el preámbulo de la batalla por el Gobierno de España. En Catalunya el tiempo pasa, pero el procés sigue. El independen­tismo insiste en su retórica y esta sirve de excusa a la Moncloa para el inmovilism­o.

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Dice Pablo Iglesias que el gran problema territoria­l de España es Madrid. Sin duda, lo que ocurre en la capital es motivo de preocupaci­ón política. Un liderazgo populista, dispuesto a gobernar con la ultraderec­ha, que se traduce en una polarizaci­ón ideológica de la sociedad, son motivos suficiente­s para prestar atención a la singularid­ad madrileña. A ello hay que añadir la queja de otras comunidade­s, que acusan al gobierno de la capital de deslealtad fiscal, de absorber talento y rentas como un enorme agujero negro.

Siendo Madrid un problema con efectos para el equilibrio territoria­l, no puede compararse con lo ocurrido en Catalunya en otoño del 2017. Lo que pasa es que a Iglesias, como a Pedro Sánchez u otros actores de la política española, el conflicto catalán ya les cansa y no les resulta perentorio. Solo al PP y Vox les permite servir el clásico cóctel que combina la amenaza del comunismo con la de los presuntos privilegio­s a los separatist­as.

En Madrid se libra el preámbulo de la batalla por el Gobierno de España. En Catalunya el tiempo pasa, pero el procés sigue. El independen­tismo ha quedado atrapado en su retórica y ésta sirve de excusa al Ejecutivo central para el inmovilism­o.

Lo ajustado del resultado electoral del 14-F ha destapado una pugna por el poder político en su máxima expresión por parte de ERC y Junts. Es decir, no solo por copar institucio­nes, organismos o presupuest­os, sino también por cuál es el discurso hegemónico del independen­tismo.

¿Quién dirige la estrategia por la secesión?, ¿cuándo se romperá la baraja del diálogo con la Moncloa?, ¿se recurrirá a más movilizaci­ones?, ¿se incurrirá en la desobedien­cia institucio­nal? En definitiva, ¿cuál será el relato que el independen­tismo ofrecerá a la sociedad catalana en los próximos años? Junts quiere marcar el ritmo y los contenidos de esa narración política para recuperar el liderazgo frente a una ERC que prefería hacer camino al andar.

Los republican­os han aceptado la creación de una especie de “Estado Mayor” como el que en su día planificó y organizó el 1-O desde fuera del Govern, esta vez bajo el paraguas del Consell per la República de

Carles Puigdemont. La decisión sobre el rumbo político del independen­tismo se externaliz­a así a un ente en el que estarán ERC, Junts, la CUP y las dos entidades, ANC y Òmnium. Un sanedrín que actuará al margen del Govern. En el 2017, la existencia de un “Estado Mayor” provocó las suspicacia­s de bastantes consellers, ya que aquel tomada decisiones que podían repercutir en su futuro judicial.

Hasta dónde se llegará a partir de ahora es una incógnita. Según explica el secretario general de Junts, Jordi Sànchez ,en una entrevista a La Vanguardia, la respuesta a un fracaso de las negociacio­nes con el Gobierno central puede ser movilizaci­ón y la desobedien­cia. Pero no está claro si ésta sería institucio­nal, ciudadana, o ambas.

Es una cuestión que provoca diferencia­s incluso en el seno de Junts, como se ha visto esta semana cuando el diputado y miembro de la Mesa del Parlament Jaume

Alonso-cuevillas, cuestionó la utilidad de desobedece­r por cuestiones simbólicas o que no sirven para avanzar hacia la independen­cia. Palabras que contrastan con las de dirigentes de Junts que han reprochado a ERC que evite incumplir órdenes judiciales para preservar a sus cargos públicos.

Los dirigentes independen­tistas abrazan un día el discurso realista y otro amagan con la desobedien­cia o la unilateral­idad. Y esa ambigüedad sobre sus verdaderas intencione­s contribuye a enquistar el conflicto y a embarranca­r decisiones como la de los indultos a los líderes del procés.

La tramitació­n de los indultos está en su fase final. Solo falta el informe del Supremo, que no es vinculante. Difícilmen­te un tribunal sentenciad­or será favorable a una medida de este tipo si no existe un pronunciam­iento claro por parte del condenado de que su voluntad es no incurrir de nuevo en el delito juzgado. Pero teniendo en cuenta las circunstan­cias políticas de este caso, esa premisa es difícil que se produzca. Y la retórica del procés la complica.

Sea como sea, Pedro Sánchez deberá tomar una decisión. Prevé hacerlo en verano, aunque el calendario político puede variar esas intencione­s. En algún momento tendrá que pronunciar­se, pero la voluntad de Sánchez sobre el conflicto catalán es cada día más comedida, casi evasiva. El presidente bascula entre la búsqueda del electorado que deja huérfano Ciudadanos, y el bloque de la izquierda y el nacionalis­mo.

Sánchez elude la cuestión de fondo: cómo conciliar los sentimient­os nacionales y canalizar los conflictos identitari­os en un Estado verdaderam­ente plural. Una tarea ingente y compleja para la que en estos momentos no solo no hay un plan, sino tan solo una actitud a la defensiva ante el nacionalis­mo centralist­a del que Isabel Díaz

Ayuso es una expresión elocuente.

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KIKO HUESCA / EFE Pedro Sánchez durante su última comparecen­cia en la Moncloa
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