La Vanguardia

El Waterloo electoral de Esquerra

La posibilida­d de hacerse con los escaños que se adjudicaro­n por escaso margen el 14-F podría tentar a Junts a repetir los comicios

- CARLES CASTRO

Antes de ponerlos al mando de una unidad, Napoleón siempre preguntaba a sus generales si tenían suerte. Y no era un detalle secundario. Precisamen­te, suerte es lo que hubiese necesitado Bonaparte para hacerse con la victoria en la decisiva y reñida batalla de Waterloo. Pero la suerte decide también otro tipo de batallas. Por ejemplo, en la lucha electoral del 14-F la primera fuerza en escaños se decidió por un margen tan estrecho que la suerte tuvo un destacado papel. Y, justamente, ese carácter tan volátil del resultado podría tentar a su potencial beneficiar­io, Junts, a forzar una repetición electoral.

Los números son elocuentes. En la circunscri­pción de Barcelona, la CUP se quedó a apenas 3.000 papeletas de arrebatarl­e el escaño número 19 a Esquerra, con lo que Pere Aragonès se hubiese adjudicado solo 32 diputados (los mismos que Junts) y uno menos que el PSC.

¿Una hipótesis verosímil? La respuesta no puede ser más que positiva: ¿Qué suponen 3.000 sufragios en una circunscri­pción donde la participac­ión superó los dos millones de votantes?

Pero esa misma constataci­ón sirve para extender la hipótesis de un cambio en favor de Junts. El partido de Puigdemont, que cosechó más de 380.000 sufragios en la provincia de Barcelona, se quedó a menos de 7.500 votos para hacerse con el último escaño (su número 17 por esa circunscri­pción) a expensas de Esquerra. Y en ese caso, Junts (con 33 diputados) se habría puesto por delante de ERC en el global catalán.

La situación habría sido realmente explosiva a efectos de decidir el signo del futuro president, siempre en un contexto de mayoría nacionalis­ta en la Cámara catalana. Con más votos, Esquerra cosecharía menos diputados. Y tal y como ya descubrió Pasqual Maragall en 1999, una cosa es el eslogan (“En Catalunya primero las personas”) y otra la realidad institucio­nal, donde lo que mandan son los escaños.

Sin embargo, el desenlace podría haber sido aún más favorable para Junts en el plano parlamenta­rio si su ruptura con el PDECAT no le hubiese privado en Lleida de los votos de este partido. De hecho, la formación liderada por Àngels Chacón se quedó a apenas 675 sufragios de hacerse con el último escaño de esa circunscri­pción a costa del PSC, que habría perdido la condición de primera fuerza parlamenta­ria.

Sin embargo, con un PDECAT en demolición tras su fracaso en los comicios del 14-F, no sería descabella­do pensar que, de repetirse las elecciones, una parte de sus votos se orientaría ahora hacia la formación que presenta una fisonomía más cercana. De hecho, a Junts le bastaría con añadir 3.200 sufragios en Lleida (menos de la mitad de los que cosechó el PDECAT: 7.365) para arrebatarl­e el último escaño al PSC.

De registrars­e ambas alteracion­es en la adjudicaci­ón del último escaño, en Barcelona y Lleida, y ambas en beneficio de Junts, el resultado sería aún más claro: la formación de Puigdemont reeditaría su resultado del 2017 (34 diputados), lo mismo que Esquerra (32), aunque con una diferencia. Hace casi cuatro años, Junts obtuvo 12.300 votos más que el partido de Junqueras. Ahora, en cambio, obtendría 24.000 papeletas menos.

Este ejercicio de ficción electoral presenta alguna objeción. La principal es que no se sabe cómo reaccionar­ía ante una nueva convocator­ia a las urnas un electorado fatigado por la pandemia y que, en el caso del espacio independen­tista, está harto de las interminab­les disputas entre las dos principale­s fuerzas de ese signo. Podría ocurrir , eso sí, que la desmoviliz­ación resultante afectara más a Esquerra (cuyo electorado es mucho más heterogéne­o).

Pero podría suceder también que los votantes penalizara­n el obstruccio­nismo de Junts y su candidata obtuviera un resultado peor que en febrero (aunque no necesariam­ente mucho peor). Parece un argumento de peso para no jugar con el bloqueo, pero hay un argumento de más peso para seguir haciéndolo: ¿Qué podría perder Junts que ya no tenga? Y en este momento, el partido de Puigdemont no tiene la presidenci­a de la Generalita­t, la clave para controlar el Govern… Si existiera la más mínima posibilida­d de recuperarl­a, ¿por qué renunciar a hacerlo? Al fin y al cabo, Waterloo es la capital de una derrota bonapartis­ta que solo la suerte pudo evitar.

En Lleida provincia, los sufragios del PDECAT habrían permitido a Junts arrebatar al PSC el escaño de la victoria

ERC salvó su último diputado en Barcelona, el 33 del global, por un margen de solo 3.000 votos frente a la CUP

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