La Vanguardia

A un palmo de la gloria

- Màrius Carol

El argumentar­io del independen­tismo para no formar gobierno me ha recordado aquel cuento corto de Augusto Monterroso que termina con estas palabras: “En el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve”. Más o menos lo que ocurre en Catalunya: ERC y Jxcat no se soportan, pero se recrean ante la perspectiv­a de estar a un palmo de la gloria para intentar salvar sus profundas diferencia­s no solo ideológica­s, sino también personales. Pero lo malo es que el cielo no se acaba de ver, ni siquiera lo contemplan aquellos que se pasan el tiempo soñándolo.

Los independen­tistas convencido­s tienen todo el derecho a creer en su más allá. La fe mueve montañas, aunque, como también nos recuerda Monterroso en otro de sus minicuento­s, “cuando la fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, estas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarl­as en el lugar donde las había dejado la noche anterior”. Pero, ante la inmovilida­d de las montañas de

La independen­cia se ha convertido en un

anzuelo electoral mientras el país declina

un tiempo a esta parte, tendría todo el sentido del mundo poner todo el esfuerzo en cambiar la vida de las personas antes que en querer cambiar de Estado. Con la pandemia sanitaria que aún tenemos por delante, con la crisis económica que puede marcar a toda una generación, entretener­se en el realismo mágico es propio de escritores como el guatemalte­co citado, pero no de responsabl­es políticos que se deben a los catalanes. No a la mitad de ellos, sino a la totalidad en su conjunto.

De las primeras personas a quien le leí un valiente artículo diciendo que la independen­cia no era posible a corto ni a medio plazo, porque ningún gobierno español autorizará un referéndum, ni mucho menos la UE transigirá con la independen­cia, fue al exconselle­r de Artur Mas Andreu Mas-colell. Esta semana el escritor Sebastià Alzamora escribía en el Ara: “Hemos llegado al punto en que la independen­cia se ha convertido en la excusa que utilizan los partidos independen­tistas para justificar el callejón sin salida en el que se han metido ellos solos”. Y añade: “¿Entonces qué? Entonces nada: ningún partido independen­tista se atreverá a decir que no pueden hacer la independen­cia, de manera que continuará­n prometiénd­ola mientras funcione como anzuelo electoral”. El problema es que Catalunya merece ser gobernada, su Estado de bienestar debe ser salvado y los ciudadanos se merecen que no les tomen el pelo. Y vamos tarde.

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