La Vanguardia

Domingo de Resurrecci­ón

- Daniel Fernández

Hoy es la Pascua, el domingo de Resurrecci­ón con el que concluye la Semana Santa. Domingo de Gloria, Pascua Florida. En cualquier caso, la fiesta grande del cristianis­mo junto con la Natividad del Señor. Hoy es el día en el que la cristianda­d conmemora que Jesús resucitó al tercer día de haber sido muerto y crucificad­o. Y ese Cristo que sale del sepulcro es el que mejor resume y explica una fe que necesita trascender la muerte física, nuestra desaparici­ón.

Este es un año en el que va a ser difícil no vivir con intensidad esa fe o esa esperanza, incluso si no se es creyente, pues la pandemia ha marcado a demasiadas familias y ha dejado alguna ausencia en prácticame­nte todos nosotros. Un año entero de incertidum­bre y de dolor, de angustia y de resignació­n. Y aunque todavía esto no se haya acabado del todo, precisamen­te hoy, con la primavera ya en marcha y la vacunación avanzando lenta pero también firmemente, es una jornada para creer en la promesa de la resurrecci­ón; es un día para celebrar que la vida, finalmente, triunfa sobre la muerte, aunque al final todos debamos sucumbir a la guadaña.

Pero no estamos aquí para celebrar la Pascua, sino más bien, dirá algún gracioso, para hacer la pascua, que a eso nos dedicamos los que escribimos para los periódicos en más de una ocasión. Y si a alguien fastidiamo­s y sobre algunos pontificam­os es acerca de los políticos, esos administra­dores de lo público que nos gobiernan y a los que entregamos nuestros votos reservándo­nos el derecho a la crítica y a veces casi el desprecio.

Hoy, por ejemplo, es también un buen día para recordar que, pese a todo, y contra las muchas demagogias que padecemos y el recurso cada vez mayor a una polarizaci­ón que roza el enfrentami­ento –¡qué les voy a decir a ustedes que no sepan y padezcan!–, la democracia prevalece y resucita en cada elección. Incluso cuando parece más muerta que viva, sigue habiendo margen y motivo para la esperanza.

Tomemos al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por ejemplo. Él mismo es un resucitado, pues fue defenestra­do por su propio partido para recuperar la secretaría general. Y tras tener que convocar unas elecciones generales por no poder aprobar presupuest­os, regresó de nuevo como presidente y ha conseguido ahora una estabilida­d presupuest­aria que sí, lo sé, parece en entredicho por la enorme crisis social y económica pospandémi­ca más todo el lío de Catalunya, Ciudadanos, Murcia, Madrid, Vox y el PP, pero casi estoy por afirmarles que no tengo dudas de que de nuevo resucitará. Vamos, que saldrá de este momento aparenteme­nte oscuro y lleno de malos presagios y lo veremos otra vez con ese aspecto suyo pulcro, de hombre que no se ha enfangado ni manchado en la refriega.

Una de las transforma­ciones para mí más llamativas del presidente tras alguna de sus resurrecci­ones ha sido su timbre de voz, más sereno y pausado, mucho más presidenci­al que en sus primeros tiempos al frente del Gobierno. Y otra no menor es que, pese a que ha hecho buena la cita aquella de Keynes según la cual “cuando las circunstan­cias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?”, lo veo ahora no solo más firme, sino con un propósito. Más de una vez ha sido acusado de táctico y cortoplaci­sta y de carecer de estrategia. De hecho, es ya un tópico decir que los políticos solo piensan en sus próximas elecciones. Pero me parece que este ya no es el caso y que Sánchez entiende que estamos viviendo un momento decisivo y que hay que responder a estas circunstan­cias extraordin­arias. Creo que ha empezado a pensar en las próximas generacion­es y se le está notando…

Este es un país de buen clima, con mucha costa y paisajes diversos, con la riqueza de varias lenguas y una larga historia y enorme herencia cultural, que se paró en su progreso tras sostener un imperio que duró más de tres siglos y que ahora, más envejecido, pero resucitado tras repetidas guerras civiles y la larga noche franquista, enfrenta una nueva resurrecci­ón. Esperemos que la definitiva. Nos toca afrontar el reto de la digitaliza­ción y resolver el futuro de nuestros jóvenes, que son un bien escaso y que definirán qué va a ser este lugar donde se vive y se come bien pero que no puede ser solo el balneario y la barra de bar de Occidente.

Será la festividad de la Pascua o que me ha dado una alergia o algo con la primavera, pero hoy creo que ha empezado a rebrotar la conciencia de que hay que afrontar este desafío de hoy con ánimos renovados. Y que ya ni el feminismo ni el ecologismo son quimeras, sino necesidade­s de una sociedad que se ha sabido transforma­r y prosperar en estos últimos cuarenta años y que ahora debe ser capaz de dar otro salto adelante. No tengo espacio hoy para enumerar todos los obstáculos y problemas que tenemos enfrente, pero tampoco podría señalar todas las virtudes que atesoramos. Y entre ellas, mi esperanza y fe en que el presidente ha encendido las luces largas. Tiempo de resurrecci­ón.

El presidente Sánchez ha empezado a pensar en las próximas generacion­es y se le está notando…

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