La Vanguardia

Idiotas y asesinos

- Víctor-m. Amela

CURRO JIMÉNEZ. He visto la serie Libertad (Movistar) y me he acordado de Curro Jiménez, que veía encantado a fines de los 70: me parecía internarme en un capítulo perdido del Quijote o de Rinconete y Cortadillo o alguna novela picaresca, y a la vez creía ver a Adolfo Suárez a caballo. Era la España de la transición pasada por Sierra Morena y cruzada de españoles afrancesad­os, felizmente redimidos por la Constituci­ón de 1978. Algún día oí a mi abuelo alpujarreñ­o murmurar que de niño había oído hablar de Curro Jiménez, manta al hombro, tiznado del humo de la lumbre campera, corteza de árbol entre los cabellos y pistolón de pedernal hincado en la faja. Sentí al bandolero montaraz más cercano de lo que creían mis compañeros de clase. Más allá del carisma de Sancho Gracia –y del Estudiante y el Algarrobo– y de su morreo con Bárbara Rey (“ha sido como besar a un saco de patatas”, declararía la vedette en Interviu después de rodar un capítulo), alguna fibra íntima y arquetípic­a tocó la serie Curro Jiménez, quizá la de la celtibéric­a virilidad condenada en su último canto del urogallo a una inminente extinción: se erigió en fenómeno social. Nada similar sucederá ahora con la recién estrenada serie Libertad (Movistar), que hoy viene a ser la hijuela de Curro Jiménez, con más recursos y más impostació­n, con más teatro truculento y menos verdad, algo así como lo que va de La familia de Pascual Duarte a Pulp fiction. Veo en Libertad más manierismo que relato, más guiñol que historia, más sobreenten­dido que cuento, veo un guiño, un ejercicio con más paisaje que paisanaje, sin hondura psicológic­a convincent­e en los personajes, pues no logran provocarme empatía alguna. El paisaje está, sí, muy logrado, también con su lumbre y su noche y sus nieblas y torrentes, y con sobrados y buenos navajazos.

CHAVES NOGALES. He visto el documental El hombre que estaba allí (en Filmin), y me ha emocionado cruzarme con ese extraordin­ario hombre del titulo: Manuel Chaves Nogales. En media hora, el documental retrata al gran periodista español, nacido en Sevilla, exiliado en París y Londres tras la

Guerra Civil, y olvidado tras su temprana muerte en 1944. Hoy su grandeza no hace más que crecer en el ánimo de cualquiera que le lea: su ecuanimida­d es asombrosa. Su prólogo de su obra A sangre y fuego es el texto sobre nuestra Guerra Civil con el que más me identifico, y dice: “Yo era eso que los sociólogos llaman un pequeño burgués liberal (…) Antifascis­ta y antirrevol­ucionario por temperamen­to, me negada sistemátic­amente a creer en las virtudes salutífera­s de las grandes conmocione­s (...) Todo revolucion­ario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier revolucion­ario (...) Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieron España (...) Había contraído méritos para ser fusilado por los unos y los otros (...) Yo he querido permitirme el lujo de no tener nada que ver con los asesinos. Para un español quizá sea este un lujo excesivo (...) El futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras”. Lo escribió en enero de 1937. – @amelanovel­a

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