La Real aprovecha su gran añada
La fantasmagórica época que vivimos se escenificó ayer en la final de Copa 2020, disputada en el 2021, sin público en el estadio de La Cartuja de Sevilla, que también tiene el aire de los edificios fantasmales de los días de champán y ladrillo. Acudieron al sur dos equipos vascos, centenarios, indispensables en el fútbol español. Por las misteriosas razones que suelen presidir el fútbol, Athletic y Real Sociedad nunca se habían enfrentado en la final. Se impuso la Real, que es lo habitual en los últimos tiempos. Es un equipo de mucho mérito, bien trazado, atractivo generalmente, alimentado por la incesante producción de jóvenes en la factoría de Zubieta.
Al partido se llegó con el entusiasmo exógeno de las dos hinchadas, acuarteladas a la fuerza en sus territorios. Durante los últimos días, Bilbao y Donosti han creado las condiciones que no se podían repetir en el campo. Las banderas han colgado de ventanas, balcones, edificios públicos, museos, de cualquier lugar, en definitiva, que permitiera evidenciar el orgullo de la gente. Camisetas zurigorri y txuri-urdin han llenado las calles de las dos ciudades, hasta extremos insensatos en las horas previas al partido.
Si se trataba de teatralizar el vínculo que une a estos dos equipos con sus seguidores, lo consiguieron, pero de nuevo se atribuyó al fútbol un lugar excesivo, impropio de los tiempos que corren y del precio que está pagando la sociedad en esta aterradora pandemia. En nombre de la jarana, se desbordó el entusiasmo en algunas calles de Bilbao, donde se produjeron tristes escenas de violencia. Ninguna final, por importante que sea, merece el desprecio de la cordura.
La Real ha adquirido la costumbre de superar al Athletic en juego y buenos resultados. Atraviesa una buena época y anticipa una mejor aún. Ha reunido una notable cantidad de excelentes jugadores, la mayoría formados en Zubieta, forjados en la elegancia del estilo. No se entendería lo mejor del fútbol español sin la aportación de la Real. Durante los últimos 50 años ha alumbrado nombres imperecederos, muchos de los cuales cumplieron grandes servicios en otros clubs. El Barça lo sabe muy bien.
El Athletic produce más jugadores que estilo. Es más directo y básico que la Real Sociedad. Cuando se miden los dos equipos, tiende a imponerse la sutileza donostiarra sobre la frontalidad bilbaína. Algo de eso ocurrió en una final tensa, sin brillantez, combatida hasta la extenuación y resuelta por la Real en un penalti de Iñigo Martínez, que ha entrado en una preocupante racha en su área. Hace una semana cometió uno en el partido España-grecia. Repitió contra la Real, su anterior equipo.
El Athletic presionó, pero no jugó. No disfrutó ni por un momento del partido. No atrapa la Copa desde 1984 y la afición comienza a ver el torneo como una maldición. Ha perdido tres con el Barça en los últimos años y la derrota con la Real profundiza en la herida. Perder con el vecino sabe peor.
La Real aprovechó su buen ingreso en el segundo tiempo para atornillar al
El equipo ‘txuri-urdin’ atraviesa una buena época y anticipa una mejor aún
Athletic. En algunas ocasiones, es un equipo que se desenvuelve mal en la incomodidad, en los partidos que no salen a su gusto, un juego de toque, bien elaborado, diseñado por jugadores destacables. En David Silva han encontrado al jugador perfecto para oficiar el magisterio que necesitan recibir los más jóvenes.
Pero esta vez la Real no se disipó frente a la incomodidad que suponía la presión del Athletic. Le devolvió a los bilbaínos la misma moneda. Gente como Gorosabel, Le Normand, Zubeldia y Zubimendi jugaron como veteranos. No dieron un centímetro a Williams, ni permitieron los remates de Raúl García. Iker Muniain se disolvió. Para el Athletic fue un nuevo calvario. Para la Real Sociedad, el éxito que labra día a día, por fin materializado.