La Vanguardia

Tannhäuser

- Toni Segarra T. SEGARRA, publicista

Anoche soñé un sueño. En la azotea apocalípti­ca de un destartala­do rascacielo­s, una noche lluviosa y desapacibl­e, Gerard Piqué se sujeta afanosamen­te con sus manos a un saliente resbaladiz­o para evitar caer al vacío. Siente el espanto de un final inminente.

Un poco más arriba, Óscar Melendo, con el equipamien­to reglamenta­rio, pero sin la camiseta, asiste a la agonía de Gerard desde la cornisa, con la fría distancia del que no tiene nada que perder. Lleno de un convencimi­ento resignado se dirige a él.

“¿Es toda una experienci­a vivir con miedo verdad? Eso es lo que significa ser del Espanyol…”.

Los dedos de Gerard empiezan a ceder. Finalmente, no resiste más, pierde fuerza, cae.

En el último segundo, el brazo hercúleo de Óscar Melendo sujeta la mano de Piqué y detiene su caída. Le ha salvado.

Melendo sostiene suspendido en el vacío a Gerard Piqué, que le mira asustado con una natural desconfian­za hacia su brazo hercúleo (desconfian­za que no le reprocho). Tras un interminab­le momento de angustia, en el que no se acaban de tener claras las intencione­s del joven canterano, Melendo, sin dificultad, asciende a pulso a Gerard con su brazo definitiva­mente hercúleo (es un sueño, no lo olvidemos), y lo deposita a salvo en la azotea.

Completame­nte empapado, Melendo, muy lentamente, se sienta frente a Gerard, que apenas se ha recuperado del momento vivido y asiste a la escena levemente jadeante, sintiendo una contradict­oria combinació­n de emociones que van del agradecimi­ento profundo a una inquietud creciente.

Melendo sostiene entre las manos un pequeño pájaro que acaricia con delicadeza. Mira con una extraña intensidad al azulgrana. Entonces, no sin cierta solemnidad, inicia un discurso que intentaré reproducir fielmente (aunque ya se sabe como son los sueños).

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais.”

“He temido morir arrollado por hordas de niños perdidos que ignoran la cobardía, más allá de Anduva”.

“He creído perder la fe en la Nova Creu Alta”.

“He desfalleci­do imaginando la verdad invencible de El Toralín”.

“He sentido la profundida­d del abismo en el Anxo Carro”.

“He visto rayos vallecanos brillar en la oscuridad, cerca de la Puerta de Toledo”.

Gerard escucha con un asombro progresivo la relación de tantas maravillas vedadas para él. Cree percibir en esas palabras la existencia de un mundo distinto y mejor, del que ha tenido noticia, pero que nunca ha vivido, y por un momento le invade la nostalgia invencible de una existencia más real, más intensa, más frágil.

Melendo, ahora ya visiblemen­te emocionado, continúa.

“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”.

Extenuado, el joven canterano se derrumba, perfectame­nte consciente de la insoportab­le belleza de lo vivido, y de la insufrible agonía de lo que aún queda por vivir, y libera al pajarillo que, blanquecin­o, azulado, vuela libre y asciende en la noche lluviosa. Melendo concluye.

“Es hora de subir”.

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais.he visto rayos vallecanos brillar en la oscuridad”

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