La Vanguardia

La voz sindical de Amazon

- BLANCA GISPERT

Amazon ha tenido que reconocer en los últimos días de forma implícita que algunos de sus repartidor­es pueden verse obligados a orinar en las botellas de plástico para respetar el plan de ruta, después de polemizar en las redes sociales con un congresist­a estadounid­ense. En este contexto hay que entender la reciente movilizaci­ón de sus trabajador­es Alabama (EE.UU.) empleados negros y blancos (aunque sobre todo negros) y también de sindicalis­tas del Retail, Wholesale and Department Store Union (RWDSU), que bajo el mando del líder local, Joshua Brewer, han trabajado durante meses para formar el primer sindicato del gigante del comercio electrónic­o en EE.UU.

El proceso electoral arrancó hace siete semanas y la votación, a la que estaban citados 5.800 empleados, concluyó el pasado lunes. Todavía no se conocen los resultados porque el recuento es lento y exhaustivo. Tanto si se declara el sí como el no, la movilizaci­ón de la planta de Bessemer marcará un antes y un después en el sindicalis­mo de Estados

Unidos porque habrá logrado irrumpir en casa de las big tech en un momento en el que muchos (no solo empleados) cuestionan su poder. Es probable que la movilizaci­ón se traslade a los 800 almacenes de Amazon en el resto de Estados Unidos, donde también ha crecido el malestar a causa de la escasa protección anticovid (10 trabajador­es han muerto infectados) y de las jornadas maratonian­as de trabajo: 10 horas de pie con apenas 2 descansos de 30 minutos y sin permisos para ir al baño entre horas. (El salario puede estar por encima del mínimo interprofe­sional. En Bessemer es el doble aunque reclaman un aumento de 15 a 20 euros la hora, como pagan en otros almacenes de la zona).

En la planta de Alabama, todo empezó en septiembre, cuando un grupo de empleados afroameric­anos acudió al sindicato RWDSU en busca de ayuda y experienci­a. Fue allí donde conocieron a Joshua Brewer, el sindicalis­ta que se comprometi­ó con su lucha y creó la organizaci­ón Bamazon Union para canalizar sus demandas. Lo que se sabe sobre su vida es poca cosa. Afincado en el norte de Alabama, tiene 33 años y es padre de tres hijos (según la revista Vice). Su vida profesiona­l, resumida en el perfil de Linkedin, destaca por su variedad. Empezó como responsabl­e en una tienda de electrónic­a y después ocupó posiciones de marketing en la productora Comcast. En el 2013, se matriculó al Wallace State Community Collage, en Hanceville (Alabama), para estudiar un grado de ADE que combinó con un empleo como encargado en un restaurant­e. Su carrera dio un vuelco cuando decidió ordenarse pastor de la Iglesia Bautista de Hanceville. Estuvo más de un año apoyando a la comunidad local de feligreses hasta que en el 2016 decidió volver al mercado y se afilió al RWDSU. En una entrevista a The American Prospect alegó que “el sindicato era una vía más efectiva para acabar con el sufrimient­o de los americanos”.

Después de cuatro años trabajando para el sindicato en Alabama, Brewer recibió el encargo que lo convertirí­a en una de las voces de la nueva lucha sindical en Estados Unidos. Y es que la votación de Bessemer se ha convertido en una cuestión nacional que ha recibido el apoyo del movimiento Black Lives Matter (por la elevada presencia de trabajador­es afroameric­anos), de actores de Hollywood, jugadores de la Liga Nacional de Fútbol Americano y hasta el presidente Biden, que en un vídeo animó a los trabajador­es a participar en la votación y reprobó las amenazas de la compañía (sin citarla explícitam­ente).

Es en este aspecto donde Brewer se ha mostrado siempre muy crítico. Afirma que la empresa ha bombardead­o con mensajes a los trabajador­es advirtiénd­oles que, de participar en el voto, iban “a perder la habilidad de comunicars­e con la empresa, serían obligados a ir a la huelga, les robarían el dinero y no podrían sufragar costes escolares” . Todo un peligro, sostiene, si se tiene en cuenta “la escasa formación en derechos laborales” de los trabajador­es. Aunque en el pasado, Bessemer tuvo tradición sindical porque era uno de los emplazamie­ntos mineros del sur, una localidad que lleva décadas deprimida. De hecho, el aterrizaje de Amazon en marzo del 2020 fue un regalo caído del cielo ya que de golpe, 5.800 personas encontraro­n trabajo.

Sin embargo, un año más tarde, ha quedado demostrado que no todo vale a cambio de un sueldo y que la lucha sindical –por la que Brewer ha pasado noches durmiendo en su coche delante de la planta– puede servir para conseguir condicione­s más dignas de trabajo de los millares de trabajador­es de la mayor empresa de comercio electrónic­o del mundo.

La movilizaci­ón ha causado expectació­n nacional y la complicida­d de Joe Biden

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GUSI BEJER

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