Abortado un presunto golpe de Estado contra el rey de Jordania
El Gobierno acusa al expríncipe heredero de conspirar con un país extranjero
El Gobierno de Jordania afirma haber abortado un golpe de estado –cuando menos, un golpe palaciego– tras una quincena larga de detenciones muy significativas practicadas en la noche del sábado. A estas hay que añadir el sorprendente arresto domiciliario del anterior príncipe heredero, Hamza bin Husein, desde la misma mañana.
Aunque la agencia oficial lo había negado, un vídeo del propio afectado, difundido por la BBC al filo de la medianoche, disipaba cualquier duda. Se trata, además, de una declaración inusualmente dura, en la que el príncipe Bin Husein carga contra “la corrupción” y “la incompetencia” de la cúpula jordana, así como su ensañamiento con “cualquier opinión crítica”.
“No formo parte de ninguna conspiración extranjera”, aseguró en su “tal vez último mensaje”, respondiendo a las justificaciones oficiales que empezaban a circular, mientras se blindaban policialmente las residencias palaciegas de Ammán.
Según Hamza bin Husein, se encuentra “incomunicado” desde la visita matutina del jefe del Estado Mayor, que le habría reprochado su presencia en foros en los que se había criticado al monarca.
Este inequívoco aroma a rencillas palaciegas, llega apenas una semana antes de las celebraciones por el centenario del reino. El viceprimer ministro, Ayman Safadi, ayer se vio obligado a declarar que la operación era fruto de un seguimiento minucioso de las comunicaciones entre sospechosos y que el mensaje “es la hora cero” había desencadenado la redada.
Esta habría abortado planes avanzados “para desestabilizar Jordania” por parte de “una potencia extranjera”, hasta el punto que un servicio de inteligencia habría ofrecido “un avión a la esposa del príncipe Hamza para sacarlos del país”.
Pese al intenso aroma a intriga palaciega, nadie en la región se toma a broma a los servicios de inteligencia jordanos. Y es de todos conocido que Hamza cultivaba su relación con los jefes tribales beduinos, algunos de los cuales figurarían entra los veinte detenidos.
Un desafío en toda regla a Abdalah II, cuya dinastía tiene en los beduinos su más sólido anclaje, aunque el propio rey se cubriera la espalda casándose con la palestina Rania, madre de sus hijos.
En cualquier caso, los dos detenidos de mayor rango tienen un perfil mucho más mundano y cortesano. Les une además su condición de exembajadores, relativamente recientes, en Arabia Saudí. Sharif Hasan bin Zaid es miembro de la familia real, mientras que Bassem Awadallah estuvo al frente de la poderosa oficina de enlace entre palacio y los órganos del estado, algo similar a ser jefe de la Casa Real.
Este es además de propietario de su propia consultoría en Dubái, consejero del banco al Baraka de Bahréin. Unos referentes geográficos que pueden dar pistas sobre el origen de los temores de Abdalah II.
REDADA “ANTIGOLPE”
Dos exembajadores en Arabia Saudí están entre los casi veinte detenidos del sábado
Para los que no quieren ver nada más allá de una feroz lucha por el trono, en todo caso instrumentalizada desde fuera, las fechas claves son lejanas. En 1999, cuando falleció el rey Husein, el príncipe Abdalah –hijo de su segunda esposa, británica– se convirtió en sucesor, dada la juventud del supuesto favorito, Hamza, retoño de la cuarta y última esposa, la estadounidense Nur.
Aunque Abdalah accedió a nombrar a su medio hermano Hamza –18 años más joven– como heredero, cinco años después le retiró dicha condición, que pasó, por defecto, a su primogénito.
La gran defraudada es la propia Nur –nombre de pila, Lisa– que ayer se desquitaba con un tuit por la “justicia” y la “verdad”, frente a “una calumnia insidiosa”.
Curiosamente, los acontecimientos del sábado fueron anunciados en primicia por The Washington Post. El mismo medio que, en los años setenta, de la mano del mítico Bob Woodward, destapaba el pago de millones de dólares de la CIA, durante veinte años, al rey Husein.
Con la pandemia agravando el enorme paro juvenil jordano y su delicada situación económica, lo último que desea Ammán es un escenario de protestas a la libanesa, de paternidad desconocida.