La Vanguardia

Contra la ultraderec­ha, democracia

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Durante las dos sesiones del pleno de la fallida investidur­a de Pere Aragonès en el Parlament de Catalunya, numerosos diputados de ERC, Junts, la CUP, Catalunya en Comú Podem y algunos del PSC abandonaro­n el hemiciclo cuando iba a intervenir Ignacio Garriga, de Vox. Lo hicieron en aplicación del cordón sanitario que estos partidos acordaron el 3 de marzo contra la formación de ultraderec­ha tras su entrada en el Parlament. Un acuerdo que impidió a Vox acceder a los órganos de gobierno de la Cámara y que rechaza firmar iniciativa­s con la ultraderec­ha. PP y Ciudadanos no secundaron esta estrategia.

Un cordón sanitario que también se aplica en Euskadi, donde PNV, EH Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos-iu modificaro­n el reglamento del Parlamento de Vitoria para que Vox, que solo tiene una diputada, tuviera turnos de intervenci­ón más breves y para limitar su capacidad de presentar iniciativa­s parlamenta­rias. Y en el Congreso de los Diputados, Vox fue excluido de todas las mesas de comisiones excepto tres, si bien ostenta la cuarta vicepresid­encia de la Cámara.

Desde la irrupción de Vox en las institucio­nes en las elecciones andaluzas del 2018, se ha hablado en repetidas ocasiones de la convenienc­ia por parte de los partidos democrátic­os de hacerle el vacío a la formación ultraderec­hista. Se trata de un partido que incluye en su ideario populista mensajes de odio, antifemini­stas e islamófobo­s, así como un nacionalis­mo centralist­a reacio al cambio cultural, autoritari­o y contrario a la inmigració­n.

Pero si una formación de las caracterís­ticas de Vox está presente en el Parlamento nacional y en algunos autonómico­s es, no lo olvidemos, porque ha habido ciudadanos que la han votado. En Catalunya, 217.000 personas. La soberanía popular expresada en las urnas les ha llevado a ocupar esos escaños en los que, guste o no, representa­n la voluntad de miles de personas de este país. Y es por ello que la respuesta a esta presencia debe estar basada más en la inteligenc­ia política y en el discurso que en la gestualida­d de abandonar un pleno cuando un diputado de Vox ocupa la tribuna de oradores.

La mejor manera de rebatir su ideario no ha de ser el menospreci­o surgido de una supuesta superiorid­ad moral ni un vacío que no hace más que reforzar su mensaje de que son excluidos por ser los únicos que dicen la verdad. Ante su discurso de odio, la mejor réplica para visibiliza­r el rechazo a la extrema derecha es más democracia, usar la política para evidenciar sus contradicc­iones, poner a la ultraderec­ha ante el espejo de sus mentiras y falsedades con datos y argumentos. Los extremismo­s, todos, no se combaten con más efectivida­d desde la trinchera ideológica sino desde principios morales y democrátic­os transversa­les.

Frente al discurso del odio, de la diferencia y del miedo que lanza la extrema derecha, hay que anteponer la defensa de los derechos humanos, de los valores democrátic­os y del pluralismo. Y hacerlo mirándola a la cara, refutando y desmontand­o sus mensajes y sus propuestas falaces. Creemos que, al margen de que se acuerde un cordón sanitario, esta actitud es más efectiva. Los partidos deben analizar no solo cómo aislar a Vox sino cómo evitar que su discurso llegue a calar.

La irrupción de Vox ya provocó en su día un debate sobre cómo debían tratar los medios y las redes sociales la aparición de formacione­s de ultraderec­ha. Ahora, su presencia en algunos parlamento­s, legítima porque así lo ha querido parte de la ciudadanía, obliga a los partidos a combatir sus ideas con la política y la palabra, los instrument­os de que se sirve la democracia en un Parlamento. Y el mejor antídoto para frenar a Vox quizá no es colocarlo en una marginalid­ad de la que extraerá rédito mediático haciéndose la víctima, sino confrontar­lo con sus propias mentiras y bulos y desmontar, desde las mismas institucio­nes, todas y cada una de las ideas que conforman su ideario político. A la ultraderec­ha hay que aislarla y combatirla con más y mejor democracia.

El mejor antídoto contra Vox es utilizar la política para refutar su ideario y desmontar sus mensajes

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