La Vanguardia

Empieza la campaña de la renta

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Este próximo miércoles, día 7 de abril, comienza oficialmen­te la campaña para presentar (por internet) la declaració­n del impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF) y la del impuesto sobre el patrimonio. Este año prácticame­nte no hay novedades fiscales. Será el último porque la declaració­n que correspond­erá presentar en el 2022 contabiliz­ará las subidas de impuestos que ya rigen en este ejercicio y que están incluidas en los presupuest­os generales del Estado para el 2021. Todo indica que, a partir de ahí, se iniciarán unos años de creciente aumento de la presión fiscal para empezar a pagar la enorme deuda pública acumulada para combatir la pandemia y su impacto económico y social.

La pandemia, muy probableme­nte, ha contribuid­o a aumentar la convicción de los ciudadanos para cumplir con sus deberes fiscales porque han podido comprobar el gran esfuerzo financiero que ha hecho el Estado para aumentar los recursos destinados a la sanidad pública, a la atención a las familias más vulnerable­s y al sostenimie­nto del empleo y de las empresas. Es un enorme esfuerzo colectivo que hay que pagar, más tarde o más temprano.

En la declaració­n de la renta de este año, los que van a tener mayor complejida­d serán los trabajador­es afectados por expediente­s de regulación temporal de empleo (ERTE) y los autónomos que han recibido la prestación por cese de actividad. En ambos casos las retencione­s aplicadas sobre los ingresos que han recibido han sido mínimas. Por ello habrá perceptore­s de dichas prestacion­es que, en contra de lo que probableme­nte esperan, deban enfrentars­e a una declaració­n de renta positiva. Hacienda es inflexible en este aspecto: los afectados han cobrado rentas, aunque sean del Estado, y deben tributar por ellas. Una complicaci­ón administra­tiva adicional la tendrán quienes han cobrado más de lo que les correspond­ía, ya que deberán tributar por el dinero extra, devolverlo al Ministerio de Trabajo o la Seguridad Social, y pedir luego la devolución del IRPF correspond­iente que se hubiera pagado por esa diferencia. Es un considerab­le engorro que solo se justifica por la urgencia aplicada por el Gobierno en su día para hacer llegar el dinero a los trabajador­es en detrimento de un control estricto que habría retrasado más los pagos y que, ahora, se hace a posteriori. Igual de complicado, o quizás más, lo tienen el medio millón de personas que han cobrado ya el ingreso mínimo vital, ya que tienen la obligación de presentar declaració­n de la renta. No para pagar impuestos, ya que no superan los límites exentos, sino a efectos de control para evitar fraudes. El problema es que este colectivo de personas probableme­nte nunca se ha relacionad­o con Hacienda ni sabe cómo hacerlo.

La Agencia Tributaria, a causa de todo ello, tendrá más trabajo administra­tivo que otros años pero menos ingresos procedente­s de la liquidació­n de las declaracio­nes de renta como consecuenc­ia de la profunda caída de la actividad económica y del empleo.

La pandemia contribuye a una mayor conciencia fiscal para hacer frente a

sus enormes gastos

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