La Vanguardia

Maquiavelo y las mentiras

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

En algunos países avanzados han establecid­o unos códigos deontológi­cos que obligan a la clase política a cumplir las promesas que se formulan en campaña electoral. Por estos lares, aunque la clase dirigente repita como un mantra que España es una democracia plena –dime de qué presumes y te diré de qué careces–, la población ya está vacunada de las mentiras de los políticos. Y es una pena que sea así y no exijamos al partido ganador de unas elecciones que cumpla con lo que ha dicho en campaña electoral. Me viene a la mente la regulación de los alquileres, por ejemplo, una de las peores lacras económicas y sociales actuales.

El problema es que Maquiavelo, uno de los pensadores más leídos y seguidos por la clase dirigente, defendía sin pudor alguno que la mentira forma parte de los recursos propios de la política. En el libro Morderse la lengua. Corrección política y posverdad (Espasa), Darío Villanueva lo refiere así: “Maquiavelo no tiene empacho en afirmar que un gobernante prudente no puede ni debe mantener la palabra dada cuando tal cumplimien­to redunda en perjuicio propio y cuando han desapareci­do ya los motivos que le obligaron a darla”.

El anterior director de la RAE previene al lector sobre el adanismo, creerse Adán, actuar pensando que, antes que nosotros, no había habido nada, que todo es nuevo. Para Villanueva, la sociedad actual, expresada a través de la lengua,

Darío Villanueva analiza la corrección política y la posverdad en el libro ‘Morderse la lengua’

se mueve entre los dos conceptos del subtítulo: la corrección política y la posverdad. Y los dos conceptos son, según su opinión, manipulado­res de la objetivida­d. El neologismo posverdad, por ejemplo, lo utilizó por primera vez, en 1992, el dramaturgo Steve Tesich, y se refiere –dice el académico– a una situación en la que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamient­os a la emoción y a las creencias personales. Añade que las mentiras deliberada­s no son solo falsas, sino fraudulent­as: “Los charlatane­s que recurren a las paparrucha­s no se preocupan de conocer la verdad, y por lo tanto no pueden mentir”, movidos por el lucro y el poder. Y elabora un análisis de la lengua de Trump, trumpspeak, para demostrar cómo funcionan esos mecanismos lingüístic­os.

A mí me recuerda al Twitter que cada uno nos hemos configurad­o y nos dice las cosas que queremos oír porque, previament­e, hemos escogido a las personas que queremos seguir. Nosotros mismos acotamos el acceso a la informació­n selecciona­ndo quién queremos que nos la cuente. Pero el libro de Villanueva va más allá; es un tratado de conceptos post-, que no se pueden resumir en este artículo: poshumanis­mo, poslengua, posdemocra­cia... Un poco de luz para caminar por este mundo cada vez más pleno de mentiras.

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