La Vanguardia

Tarde de cobardes

- Joan Josep Pallàs

El único partido de la Liga española suspendido por insultos seguirá siendo un Rayo-albacete disputado en el año 2017. Un sector de Vallecas llamó aquel día nazi al ucraniano Zuzulya y el árbitro dio por terminado el encuentro. El dato es revelador, describe una competició­n en la que caben todo tipo de ataques (menos llamar nazi a un presunto nazi), con especial predilecci­ón por los homófobos y por supuesto los racistas, sin que la respuesta sea firme y sí de un blandengue hace ya tiempo insoportab­le.

Lo que sucedió ayer en Cádiz va en la dirección acostumbra­da. Pudo ser una oportunida­d para virar el timón hacia la valentía y el cambio pero el desenlace acentuó la cobardía de siempre. Diakhaby se fue del campo porque entendió que Cala le insultó haciendo referencia al color de su piel. “Negro de mierda”, es lo que oyó el jugador francés. La respuesta del Valencia fue pésima. Asumió como cierta la versión de su futbolista pero siguió jugando por miedo a una sanción. ¿De quién? ¿Del árbitro? ¿Y?

Si das credibilid­ad a Diakhaby, tu deber es defenderlo. Abandonar

el césped y asumir las consecuenc­ias hasta el final. ¿Qué organismo se atreverá a quitarte los tres puntos si detrás de tus motivos está la más elemental defensa de los derechos humanos?

Fue una tarde de cobardes. Cala lo fue por hablar a través de personas interpuest­as (“me ha dicho que no le ha insultado”), los jugadores del Valencia por priorizar los puntos por encima de su compañero, y Laliga y el Cádiz por no decir ni mú. O casi nada.

La imagen de Diakhaby, hundido en la grada y con Cala jugando, equivale a retroceder en un tema en el que España va muy rezagada. La irrupción de la ultraderec­ha en este país nace de sus votantes, sí, pero también de la flacidez con la que luchas contra sus banderas. El racismo, por ejemplo.

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