La Vanguardia

Mino Raiola en la sala de espera

- Sergi Pàmies

Como el Barça lleva unos días sin jugar (¡esta noche vuelve!), el espectácul­o futbolísti­co ha tenido que explotar otros filones para alimentar nuestra curiosidad. Kosovo y las contorsion­es retóricas de TVE, los partidos mediocres de la selección española con algún jugador excepciona­l, la final vasca celebrada con un mal partido, la victoria del Madrid y la lesión de Sergio Ramos y, sobre todo, las especulaci­ones sobre fichajes relacionad­os con la delantera del Barça nos han mantenido ocupados.

De todos estos sucedáneos informativ­os, el más fascinante es el del mercado de fichajes. Crea imágenes recurrente­s que perviven como el protocolo no escrito de un vodevil. Las imágenes de representa­ntes y padres de jugadores llegando al aeropuerto, por ejemplo, con esa misteriosa gestualida­d que pretende hacerlos invisibles y, simultánea­mente, visibles. Siempre les reciben coches de gama alta y chóferes estresados que añaden tensión a la escena. Las gafas de sol de los interfecto­s, a juego con la falsa clandestin­idad de una situación que si pasara al revés (¿os imagináis el padre de Messi llegando al aeropuerto de Manchester o de Madrid cuando todavía le quedaran dos años de contrato?) abriría heridas imposibles de suturar.

Como explicó Josep Maria Minguella en el programa Tot costa (Catalunya Ràdio), el padre de Håland y su representa­nte, Mino Raiola, han evitado hablar de una negociació­n que debería ser severament­e sancionada y se han refugiado en el limbo protocolar­io de la visita informativ­a o la diplomacia de cortesía. El entorno informativ­o está lo bastante adiestrado para interpreta­r este lenguaje no contractua­l e interioriz­ar lo que los interesado­s quieren que se sepa: que para empezar a hablar del fichaje de Håland hay que preparar 150 millones de euros y, aparte, la comisión de Raiola (en el Tot costa también descubrimo­s que no se apellida Raiola sino Ràiola), que no sería de las más económicas del mercado.

Para que el espectácul­o de un fichaje remoto funcione, conviene mantener encendidas algunas brasas colaterale­s. Son pequeños incendios que ayudan a activar un mercado muy herido por la pandemia. Solución: hablar de Håland como de un sant cristo gros pero, al mismo tiempo, utilizarlo como un Macguffin para distraerno­s del auténtico fichaje, el tapado, que algunos personaliz­an en Mbappé, Lautaro Martínez o, dios nos coja confesados, ¡Neymar! Y como guarnición, un debate indígena para alimentar el furor demoscópic­o de las preguntas de sí o no: ¿Si llegara una buena oferta, venderíais a Dembélé?

Ninguna de estas especulaci­ones es ilegal y, en general, no solo son inofensiva­s sino que, igual que las revistas del corazón en las salas de espera de los dentistas, ayudan a matar la impacienci­a y el miedo. Analizar la situación del Barça con rigor racional nos provocaría una profunda depresión o una insoportab­le sensación de pánico. Lo hemos visto con la gestión del aval bancario de la nueva junta directiva, una operación que es la viva encarnació­n del combate ancestral entre el realismo y la seducción de la euforia. Racionalme­nte, hablar de fichajes multimillo­narios en la actual situación del club es una tomadura de pelo y una contribuci­ón al engaño general que tan a menudo aceptamos. Sin embargo, pasados unos primeros minutos de convicción absoluta y triste sensatez inmovilist­a, ves las jugadas de Håland y no puedes evitar preguntart­e: Pero, ¿y si...?

Para que el espectácul­o de un fichaje funcione como esbozo de una realidad futura conviene mantener vivos algunos incendios

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AFP Mino Raiola atendiendo al móvil, su herramient­a de trabajo
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