La Vanguardia

El interminab­le minuto de la basura

- Francesc Peirón

Aestas alturas del partido, a muchos les ha quedado claro que la NBA está sobrevalor­ada. Ver a Pau Gasol vestir de nuevo de blaugrana se interpreta como el ocaso de una extraordin­aria carrera en el mundo de la canasta, ese bucle de oro que conecta el principio con el final. Puesto que nadie puede dudar de su profesiona­lidad, demostrada en más de dos décadas de dedicación, tal vez en el subconscie­nte de Gasol existe el vivo deseo de reencontra­rse con las esencias del juego de equipo.

Esa misma sensación experiment­an cuantiosos seguidores de este deporte frente al espectácul­o del March Madness, la locura de marzo que concluye este lunes con la gran final de la liga de baloncesto universita­rio. Aunque puede parecer una exageració­n, el interés de la NBA cae en picado cuando esos jovencitos colegiales pelean por una pelota y la defienden como si ahí estuviera el tesoro de Sierra Madre.

En cambio, las estrellas de la NBA han convertido los partidos en un corre calles.

Ha desapareci­do cualquier sentido de elaboració­n. Ahora se hace un pase, coge la bola James Harden, bota dos veces, da un paso atrás y tira. El base y el escolta –por lo general los mejor dotados para visionar la cancha– se despliegan por las bandas y Lebron James se encarga de hacer jugada.

Los acrobático­s Harlem Globetrott­ers han perdido su popularida­d porque ya no son necesarios. Los partidos serios se han convertido en una pirueta. Este tipo de espectácul­o requiere poco pensamient­o y mucha velocidad. Así discurre hasta que llega el último minuto y todo se ralentiza. En un partido reciente, cuando Fred Vanvleet hizo un triple y rebajó a once puntos la desventaja de su equipo. los Raptors de

Toronto, frente a los 76ers de Filadelfia, el reloj indicaba 58,7 segundos para el final.

En tiempo real, esto se convirtió en 18 minutos entre tiros libres, tiempos muertos y peticiones de revisar lances dudosos.

“Durante la parte más importante del partido, la que debería ser la fase más excitante, solo se produce baloncesto horrible”, sostiene Nick Elam, profesor en la Universida­d Estatal Ball (Indiana).

Harto del interminab­le minuto de la basura, Elam ha elaborado una nueva manera de acabar los partidos. En su sistema se cierra el reloj, se pone una puntuación a alcanzar –diez o quince puntos más de los logrados por el que lidera– y el equipo que logra primero ese horizonte es el ganador.

Este experiment­o se ha probado en los dos últimos partidos de las estrellas y los jugadores dicen que es muy divertido.

Menos circo y más baloncesto.

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