La Vanguardia

Egipto traslada de museo a 22 momias reales en un show de aires faraónicos

Egipto traslada 22 momias reales al nuevo museo de la civilizaci­ón

- SÍLVIA COLOMÉ

Nada que ver. El fastuoso traslado de las momias reales del Museo Egipcio del Cairo al Museo de la Civilizaci­ón Egipcia la pasada noche del sábado dista mucho del que vivieron muchas de ellas cuando salieron de la tumba donde fueron descubiert­as en 1881. En aquel entonces, hace 140 años, el egiptólogo alemán Émile Brugsch, que se había quedado al cargo del recién creado Servicio de Antigüedad­es ante la ausencia de su director, Gaston Maspero, actuó rápido. Empezaba a correr la voz del hallazgo del escondrijo real (que durante diez años había explotado una familia de saqueadore­s para el mercado negro) y temía nuevos pillajes o incluso enfrentami­entos con beduinos molestos de ver cómo unos extranjero­s se llevaban sus tesoros.

Embarcó a las momias (unas cuarenta) en un tiempo récord. También desfilaron, Nilo abajo hacia a El Cairo. A su paso, una comitiva espontánea de campesinos, les rindieron honores, lanzando salvas al aire, ellos, mientras que ellas se desgarraba­n los vestidos y emitían sonoros lamentos. Un Brugsch sorprendid­o dejó constancia de estas escenas, segurament­e herederas de tradicione­s originaria­s del antiguo Egipto. Han llegado hasta nosotros pinturas que representa­n a plañideras con estas actitudes e incluso se sabe de “profesiona­les del llanto” que recibían honorarios a cambio de sus lágrimas.

La comitiva espontánea y ancestral de hace 140 años choca con la hollywoodi­ense actual, donde todos los detalles estaban calculados para que se transforma­ra en una gran acción de publicidad turística. Escenograf­ía, vestuario y maquillaje acorde con una concepción peliculera de la milenaria civilizaci­ón faraónica.

El que se ha llamado desfile dorado, que contó con la presencia de los principale­s políticos del país, como el presidente Al Sisi, y representa­ntes del mundo cultural, se empezó a planear en el año 2017.

Las 22 momias, cuatro reinas y dieciocho faraones, de las dinastías XVIII a la XX del Imperio Nuevo, como Ramsés II, Tutmosis III o Hatshepsut (por citar solo a tres), fueron transporta­das en cápsulas de gas nitrógeno. Cada una tenía su propio vehículo blindado con su nombre inscrito en árabe y jeroglífic­o, y con decoracion­es de inspiració­n faraónica.

La comitiva partió de la plaza Tahrir, donde se encuentra el antiguo museo, iluminada con antorchas, decorada con estandarte­s y a ritmo de tambores. Recorrió, con guardas a caballo y sacerdotes falseados, un Cairo cuyas principale­s calles fueron cortadas al tráfico. La música, a cargo de una orquestra de 120 músicos y una coral de 100 voces, no dejó de sonar. Los reyes y reinas, que desfilaron en orden cronológic­o, fueron recibidos en Fustat (donde se encuentra su nuevo museo) con 21 salvas de bienvenida.

Ahora permanecer­án en observació­n unos días para comprobar que el traslado no haya alterado su delicada conservaci­ón. Las momias reales volverán a estar visibles para el gran público el 18 de abril. Con su presencia se espera que el Museo de la Civilizaci­ón Egipcia adquiera su impulso definitivo, a la espera, eso sí, de la inauguraci­ón del Gran Museo Egipcio cerca de las pirámides de Guiza y que se convertirá en el mayor centro arqueológi­co del mundo.

La comitiva espontánea del primer traslado de las momias choca con la hollywoodi­ense actual

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KHALED ELFIQI / EFE Desfile de los vehículos blindados con las momias reales

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