La Vanguardia

ERC se erige en el socio más estable de Colau y Collboni

■ Esquerra y Jxcat se alejan, mientras que el resto de la oposición afronta cambios internos

- RAÚL MONTILLA

En Barcelona no gobierna un tripartito pero, sin lugar a dudas, la gobernanza de la ciudad, por ahora y segurament­e hasta poco antes de final de mandato, será de alguna forma cosa de tres. Esquerra, que desde un principio rechazó la idea de pasarse cuatro años bombardean­do la acción del gobierno pactado entre la alcaldesa Ada Colau y el socialista Jaume Collboni, ha formado parte de la mayoría de los pactos de relevancia acordados hasta la fecha y, aunque críticos, los republican­os se consolidan como el socio más estable en un momento en que la oposición o está en descomposi­ción o afronta importante­s cambios internos que en algunos casos trasciende­n la esfera municipal. Dos gobiernan, pero un tercero refuerza la estabilida­d.

Aunque en el seno del gobierno sociocomún se mantiene en teoría la idea de no tener un socio preferente y de buscar los acuerdos más amplios posibles (el esfuerzo muchas veces se hace solo desde el lado socialista), las dinámicas internas del Consistori­o y el mar de fondo de la política catalana no parecen ir en contra –más bien todo lo contrario– de esa relación existente entre comunes, socialista­s y republican­os. Sus representa­ntes han compartido largas mesas de negociacio­nes este mandato (la de dos presupuest­os y todos sus flecos, por ejemplo), lo que también ha hecho que se establezca­n relaciones de cordialida­d.

Que nadie se equivoque, en política las relaciones personales sí importan y más cuando estas sirven para tejer confianzas y respeto. Esta es una de las claves de que el acuerdo entre comunes y socialista­s se mantenga en el Ayuntamien­to a pesar de las tiranteces internas y las diferencia­s ideológica­s, que las hay y más de una. La relación entre la alcaldesa Ada Colau y el primer teniente, Jaume Collboni, es de reconocimi­ento mutuo y de una lealtad que es pegamento de gobierno.

Esa sintonía fluye también en la relación de la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, y el portavoz del grupo de ERC, Jordi Coronas, a pesar de aparentes piques que no suelen tener más consecuenc­ias. Algo parecido sucede entre el concejal republican­o Jordi Castellana, la responsabl­e de Hacienda, la socialista Montserrat Ballarín, y el edil de Presidenci­a, el común Jordi Martí, que fueron claves para alcanzar los pactos de presupuest­os. La historia se repite entre la concejal de ERC Eva Baró y la común Lucía Martín, al frente de las políticas de Vivienda. O entre el concejal de Deportes, el socialista David Escudé, y la portavoz adjunta republican­a, Elisenda Alamany, en un Ayuntamien­to en donde las tenientes de alcaldes Laura Pérez (Bcomú) y Laia Bonet (PSC) pueden asumir sin problemas labores diplomátic­as.

La relación entre BCOMÚ,PSC y ERC no vive, a pesar de la voluntad para alcanzar acuerdos de ciudad, en el paraíso. Entre ellos hay críticas, desencuent­ros e incluso portazos que muchas veces no traspasan las puertas del Ayuntamien­to. La relación entre la alcaldesa y el líder del principal grupo de la oposición, el jefe de filas de ERC, Ernest Maragall, ha mejorado en los últimos meses, algo que no era difícil después de la agitada investidur­a de Ada Colau .

Por encima de las relaciones personales está también la necesidad de no convertir Barcelona en un campo de batalla, y menos en un momento tan delicado como el actual, marcado por la crisis económica derivada de la pandemia. Ernest Maragall ha blindado su concepto de oposición: una ERC que negocie, que pacte, pero que también imponga sus condicione­s encima de la mesa y que se reivindiqu­e continuame­nte por su “labor de gobierno”. ¿Cambiará el tono de

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LLIBERT TEIXIDÓ/ARCHIVO Tres ‘aliados’. A pesar de las diferencia­s y de unos duros inicios de su relación, la capacidad del diálogo se impone

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