ERC se erige en el socio más estable de Colau y Collboni
■ Esquerra y Jxcat se alejan, mientras que el resto de la oposición afronta cambios internos
En Barcelona no gobierna un tripartito pero, sin lugar a dudas, la gobernanza de la ciudad, por ahora y seguramente hasta poco antes de final de mandato, será de alguna forma cosa de tres. Esquerra, que desde un principio rechazó la idea de pasarse cuatro años bombardeando la acción del gobierno pactado entre la alcaldesa Ada Colau y el socialista Jaume Collboni, ha formado parte de la mayoría de los pactos de relevancia acordados hasta la fecha y, aunque críticos, los republicanos se consolidan como el socio más estable en un momento en que la oposición o está en descomposición o afronta importantes cambios internos que en algunos casos trascienden la esfera municipal. Dos gobiernan, pero un tercero refuerza la estabilidad.
Aunque en el seno del gobierno sociocomún se mantiene en teoría la idea de no tener un socio preferente y de buscar los acuerdos más amplios posibles (el esfuerzo muchas veces se hace solo desde el lado socialista), las dinámicas internas del Consistorio y el mar de fondo de la política catalana no parecen ir en contra –más bien todo lo contrario– de esa relación existente entre comunes, socialistas y republicanos. Sus representantes han compartido largas mesas de negociaciones este mandato (la de dos presupuestos y todos sus flecos, por ejemplo), lo que también ha hecho que se establezcan relaciones de cordialidad.
Que nadie se equivoque, en política las relaciones personales sí importan y más cuando estas sirven para tejer confianzas y respeto. Esta es una de las claves de que el acuerdo entre comunes y socialistas se mantenga en el Ayuntamiento a pesar de las tiranteces internas y las diferencias ideológicas, que las hay y más de una. La relación entre la alcaldesa Ada Colau y el primer teniente, Jaume Collboni, es de reconocimiento mutuo y de una lealtad que es pegamento de gobierno.
Esa sintonía fluye también en la relación de la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, y el portavoz del grupo de ERC, Jordi Coronas, a pesar de aparentes piques que no suelen tener más consecuencias. Algo parecido sucede entre el concejal republicano Jordi Castellana, la responsable de Hacienda, la socialista Montserrat Ballarín, y el edil de Presidencia, el común Jordi Martí, que fueron claves para alcanzar los pactos de presupuestos. La historia se repite entre la concejal de ERC Eva Baró y la común Lucía Martín, al frente de las políticas de Vivienda. O entre el concejal de Deportes, el socialista David Escudé, y la portavoz adjunta republicana, Elisenda Alamany, en un Ayuntamiento en donde las tenientes de alcaldes Laura Pérez (Bcomú) y Laia Bonet (PSC) pueden asumir sin problemas labores diplomáticas.
La relación entre BCOMÚ,PSC y ERC no vive, a pesar de la voluntad para alcanzar acuerdos de ciudad, en el paraíso. Entre ellos hay críticas, desencuentros e incluso portazos que muchas veces no traspasan las puertas del Ayuntamiento. La relación entre la alcaldesa y el líder del principal grupo de la oposición, el jefe de filas de ERC, Ernest Maragall, ha mejorado en los últimos meses, algo que no era difícil después de la agitada investidura de Ada Colau .
Por encima de las relaciones personales está también la necesidad de no convertir Barcelona en un campo de batalla, y menos en un momento tan delicado como el actual, marcado por la crisis económica derivada de la pandemia. Ernest Maragall ha blindado su concepto de oposición: una ERC que negocie, que pacte, pero que también imponga sus condiciones encima de la mesa y que se reivindique continuamente por su “labor de gobierno”. ¿Cambiará el tono de
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