Un Supermán mexicano
Inventó a un detective beatnik capaz de salir airoso de cualquier atolladero y con un nombre tan adorablemente pulp como Sunny Pascal (Trago amargo, El caso tequila y Por un puñado de balas), a un agente sobre la pista de un delator del régimen nazi provisto de un tesoro
(El código nazi), y a un cazador
de demonios (El Diablo me obligó, base de la serie televisiva
Diablero, emitida por Netflix); se puso en la piel de un mito de la pintura (El libro secreto de Frida Kahlo) y de un fenómeno del
bolero (Solamente una vez: toda la pasión y melancolía en la vida
de Agustín Lara); viajó al Tehuacán de 1868 para asistir a los rescoldos del enfrentamiento entre las huestes del emperador Maximiliano y los ejércitos imperialistas de Francia (Aliento a
muerte); acompañó a un grupo de compatriotas luchando en la Segunda Guerra Mundial (Querubines en el infierno) y escarbó en los orígenes del narcotráfico en su país (La Primavera del
Mal).
Y todo esto solo en su faceta como novelista, pues en la de guionista de cómics fue incluso más osado. Pero en la vida real operan leyes menos épicas y más banales, de aquí que un enemigo tan microscópico como letal pusiera fin a la imaginación y la fantasía que desbordaba Francisco Haghenbeck. El pasado domingo fallecía con 56 años por complicaciones derivadas de la covid. Amante de la hemoglobina como recurso de impacto en sus historias, llenas de aventuras y con frecuente asomo de la violencia -era tal su pasión por los chupasangres que llegó a incluirlos en un cuento infantil: Santa vs los vampiros y los hombres lobo, en colaboración con Tony Sandoval para Editorial Norma–, amén de dotado de mucho sentido del humor según sus allegados, probablemente habría apreciado la ironía de que sus familiares lanzaran una campaña en redes sociales para conseguir donantes de sangre apenas dos días antes de su óbito.
Haghenbeck cursó estudios de Arquitectura en la Universidad La Salle y trabajó en diversos museos y de creativo en Televisa pero su auténtica vocación estaba fuera de cualquier espacio físico, en personajes, territorios y tramas tan incontenibles y singulares que solo podían hallarse en los libros. El cómic mexicano explicaría una historia muy alternativa de no haber disfrutado de su concurso y el vecino americano reclamó su talento. Entre 1999 y el 2001 participó en la elaboración de los guiones de Crimson, una serie de cómics de fantasía y horror protagonizados por vampiros, hombres lobo, ángeles, dragones y otras criaturas fantásticas, primero publicada por Image Comics y después por DC Comics. Este último sello lo fichó poco después para entrar la leyenda: convertirse en el primer mexicano en desarrollar su propia versión de Supermán.
De todos modos, su interés por la historia, la cultura y las tradiciones autóctonas dominaron su trabajo en el mundo de las viñetas, tal y como reflejan proyectos como Un mexicano en cada hijo te dio..., ¡Corre, Democracia, Corre! y Masiosare presenta... Sensacional de héroes , o el hecho de que fundara Costal de Huesos, una editorial volcada en el cómic mexicano. Curiosamente los títulos de sus dos últimas obras, una en el campo de la novela y la otra en el del cómic, aventuraron caminos contrapuestos en el más allá: Simpatía por el diablo y Justicia divina, respectivamente.