La Vanguardia

I don’t like Mondays

- Joan Josep Pallàs

Al barcelonis­mo no se le permiten ataques de euforia, bastante hizo el Sevilla ganando al Atlético de Madrid como para que encima el destino le regalara al aficionado culé una noche plácida. Su equipo, como afectado por un fallo en la memoria, olvidó el terreno avanzado antes del parón de seleccione­s, aberración de un calendario diseñado por perturbado­s, y se vio sorprendid­o por un Valladolid atrevido y respondón, muy bien entrenado por Sergio González pese a las numerosísi­mas bajas y protegido con un portero solvente, Jordi Masip. El desenlace del partido, polémico por la expulsión rigurosa de Óscar Plano, contuvo para el Barça el típico gol épico en el último suspiro tan útil para borrar partidos feos como para seguir creyendo en el título de Liga enterrando la euforia como sistema de juego.

(Comentario extra un tanto gratuito –o quizás no tanto–: jugar los lunes es un disparate, el fútbol no se juega los lunes, los lunes sirven para otras cosas, no sabemos exactament­e cuáles, pero para jugar partidos, no. Por si no lo han notado, I don’t like Mondays , ni a mí ni a Bob Geldof, ni por supuesto a la muchacha deprimida que dio pie a la canción).

La frase “el Barça depende de sí mismo para ganar la Liga y la Copa” sufrió un desgaste extremo en apenas 24 horas. Mala señal. El seguidor del Barça no sabe ya a qué atenerse. En enero necesitaba de un catalejo para divisar al líder, el Atlético, en la Liga; a mediados de febrero el PSG le metió un meneo en el Camp Nou que auguraba un largo invierno... Y resulta que en abril, después de una transforma­ción espectacul­ar en marzo, estalla la primavera, todo florece y el doblete es posible. Ayer el Barça de Koeman se cargó parte del cuento con un partido de los de antes, tirando a malo. Moraleja: todos los partidos cuentan. En especial los que se dan por descontado­s.

El Barça no estuvo bien anoche. Ningún jugador lo estuvo. Incluso Messi jugó mal, y eso sí que no. Lo bueno de los de Koeman es que, en plena conscienci­a de que su actuación estaba siendo mala, se entregaron en cuerpo y alma para buscar el gol. Ojo, en la segunda parte. En la primera, como dijo Messi en el túnel de vestuarios sin saberse captado por las cámaras, “faltó una marcha más”. Este tipo de consuelo, el de resaltar el amor propio por encima de la calidad que se le presupone al Barça, es un comodín de un solo uso. El Barça deberá jugar mejor, como lo hacía antes de detenerse dos semanas atrás, para optar realmente a los títulos.

Para empezar, en el clásico del próximo sábado, en un partido que decidirá una buena porción del título. No hace falta insistir demasiado: sin subir el nivel de lo visto anoche el Barça saldrá de Valdebebas, otra vez, sin poder depender de sí mismo. La primavera hay que ganársela.

Moraleja: todos los partidos cuentan; en especial los que se dan por descontado­s

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ÀLEX GARCIA Messi, frenado por Alcaraz
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