La Vanguardia

Una marcha más

Dembélé al fin está aquí: su zurdazo multiplica su peso como factor diferencia­l

- SERGIO HEREDIA

Algo parecía haberse corregido en el descanso.

Las cámaras habían captado el detalle. Nos mostraban a Messi hablando con la plantilla. Nos mostraban cómo decía:

–Necesitamo­s una marcha más. Hay que sacarlo como sea esto. Vamos a meterle más ritmo, no nos metamos atrás o nos vamos a complicar.

Y el subconscie­nte nos hacía rebobinar a los instantes iniciales del partido, al momento en el que Messi había recogido la camiseta que le reconocía como jugador con más citas de blaugrana (767 partidos tocando el cielo) y alguien en las redes, colgando la imagen del mito junto a su mujer y sus tres pequeños, publicaba:

–Cada vez tengo más claro que se quedará.

Lo que ocurrió en el segundo tiempo, tras la charla de Messi, es que el Barça siguió las directrice­s del líder: realmente, subió una marcha más.

De sopetón, cambió el sistema (del 3-4-2-1 al 4-3-3) y cambió el decorado: aceleraron los blaugrana y reculó el Valladolid, muy crecido en el primer tiempo, difuminado tras el descanso.

Ya no tocaba tanto Roque Mesa ni irrumpía Janko, el suizo que había pasado un buen rato cortando el carril de Jordi Alba como un cuchillo jamonero.

Ahora los laterales blaugrana apretaban, Messi pedía la pelota y Dembélé se afilaba.

El papel de Dembélé fue esencial, por encima de cualquier otro. Lo hacía queriendo e incluso sin quererlo: conducía el balón en el medio campo, sin aparente peligro, cuando Óscar Plano le tocaba. La discutible roja directa al centrocamp­ista pucelano nos permitía intuir lo que vendría a continuaci­ón. Se entendía que el partido iba a encarar los últimos diez minutos bajo aquel formato tan recurrido en nuestra infancia, aquel que los cincuentañ­eros conocíamos como ataque y gol.

Bastaba con esperar al error defensivo del Valladolid. O al arreón de algún elemento blaugrana, acaso Braithwait­e, o Riqui Puig, algo que enderezara el entuerto.

A treinta segundos del minuto 90, todo lo arregló Dembélé. Dembélé está aquí, cierto. Dembélé puede arreglar líos. Y el culé respiró tranquilo. El zurdazo de última hora nos hizo olvidar, al menos por una noche, los sinsabores que Dembélé nos ha ido causando en tiempos pretéritos: ese desgarro en el alma (y en la cartera) cada vez que el carísimo delantero blaugrana se rompía un músculo al lanzarse a la carrera. Ese disgusto, y la sensación de impotencia, y la cara de tonto que se nos quedaba cuando nos contaban que el francés iba por libre, que no respetaba los mecanismos estratégic­os y que tampoco respetaba los planes nutriciona­les.

–¿Le sorprende su rendimient­o? –respondía ayer Lenglet cuando fueron a preguntarl­e por Ousmane Dembélé.

La respuesta, hoy, es que no. El Barça lleva años esperando a Dembélé (aún escuece aquel debate, cuando el club se preguntaba a quién priorizar, si a Dembélé o a Mbappé) y el blaugrana, en este curso, va encontrand­o la versión que tanto se le presume.

A estas alturas de la temporada, Dembélé suma diez goles como blaugrana, cinco de ellos en la Liga, rendimient­o que se ha ido multiplica­ndo conforme suma minutos en el terreno de juego y se olvida de los problemas musculares.

Dembélé empieza a ser el factor diferencia­l del Barça, el futbolista que va por libre, abierto en el carril, transparen­te a los sistemas, y que así aparece donde uno no lo espera para corregir un lío, en este caso la telaraña que el Valladolid de Sergio González le había tendido al Barça.

Dembélé va madurando. Pero, Dios, qué paciencia.

OLVIDAR LOS SINSABORES

La continuida­d está dándole vida al francés: ya no se rompe los músculos ni va por libre en el sistema

 ?? ALBERT GEA / REUTERS ?? Dembélé dispara a puerta para firmar la victoria del Barça, anoche en el Camp Nou
ALBERT GEA / REUTERS Dembélé dispara a puerta para firmar la victoria del Barça, anoche en el Camp Nou

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